Los pinos

Dormimos en el sueño de las épocas, los bárbaros, desolados pinos,
el musgo gris nos adorna como salvias, y más cerca cerramos nuestras líneas,
y más profundo nos aferramos a través de la gélida oscuridad donde nunca brilla un rayo de sol.

En los flancos de las crestas salpicadas por la tormenta están amontonados nuestros negros batallones,
nos levantamos en montones hacia la costa plomiza, y cantamos en la explosión del océano,
del imperio del mar al imperio de la nieve agarrramos rápido nuestro imperio.

Nos estaban conduciendo a las tierras avaras, entre el desierto y los témpanos estábamos aprisionados,
nos habían dado las tierras del Norte para que las defendamos y fortalezcamos,
nuestras hasta que el mundo se raje en el impacto del final absoluto,
nuestras desde el inicio desapacible, a través de los eones del sueño de la muerte,
nuestras desde el estremecimiento cuando fue lanzada la roca desnuda desde el abismo silbante,
nuestras a través de las eras crepusculares del cansado arrastrarse del glaciar.

Viento del este, viento del oeste, yendo de aquí para allá,
cantando sus canciones en nuestros encumbrados bosques que los hijos del hombre deben conocer,
el pino sin par fue el primero que vino, ¡y el pino será el último en irse!

Rebosamos las salas de oscuridad perfumada, nos vanagloriamos donde las águilas se remontan,
el viento del norte se empolla y se abalanza desde el polo, y nuestros ancianos se estrellan y rugen,
pero cuando uno cae desde las paredes tambaleantes se eleva el misterio sobre la tierra.

Brotamos de la penumbra del vientre del cañón, descansamos a la vuelta del valle,
desde el margen de espuma blanca, donde las enormes olas se encogen ante los picos que muerden el cielo,
trepamos, y nos asomamos al cerrado peñón que brilla como ojo dorado.
Ganado el borde de la cresta del cerdito, donde la visión alcanza el infinito:
pinos y pinos y la sombra de pinos hasta donde el ojo puede ver,
una firma legión de leales caballeros en dominante actitud.

Sol, luna y estrellas, den respuesta, ¿no nos deberíamos parar firmes,
aún como ahora, para siempre, guardas de la hebra más salvaje,
centinelas de la quietud, caballeros de la última, solitaria tierra?

traducción: Hugo Müller

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