Los ladrones
¡Compañeros! Veo que tres zorzales están asolando mi vieja higuera,
en cuya sombra verde fumé mi pipa y esperé a que la fruta madure,
de verde a púrpura suavemente hinchada,
luego cae a mi regazo para decir que es suculentamente dulce
y excelente para comer.
Y ahora veo la veta carmesí,
el codicioso corte de pico amarillo, ¡y míren!,
los pinzones vienen en multitud,
en ondulante pasaje, luz con canto,
por supuesto podría asustarlos, pero con un encogimiento de hombros:
‘¡A la mierda!’ digo.
Les debo algo por su alegría, así los dejo que tengan su juerga.
Porque demasiado pronto en aire gélido
toda mi higuera estará desnuda y desolada,
hasta que se despierte del sueño del invierno
y los pimpollos comiencen a asomar.
Luego anchas hojas vendrán a protegerme en luminosa placidez.
Entonces los higos madurarán en un impulso y temerario vendrá el zorzal.
Pero qué importa, aunque los pájaros destruyan mi fruto,
me pagan con su alegría.