Viktor Orban, líder modélico protomacrista

De todos los regímenes de ultraderecha que pululan en el Viejo Continente, la Hungría de Orban viene posicionándose como modelo de autocracia ideal, en cuanto al manejo y la manipulación de los medios de comunicación, ya que prácticamente todos los canales –estatales y privados- forman parte de su propio conglomerado “endosado”, a oligarcas amigos orbanianos. La libertad de expresión se encuentra severamente cercenada, y a quien opina distinto los linchan o van a recalar a campamentos peores que destinan a “la escoria musulmana y asiática que nos invade desde el oriente”, en términos presidenciales. ¡Vamos hombre, que en Hungría se puede hablar a calzón quitado!.
La degradación de la democracia húngara es más abyecta aún que la Argentina. Los simpatizantes de Orban se parecen a los seguidores de Macri. Es otro espejo más que tiene nuestro presidente en el mundo para compararse y salir como un demócrata alfonsista, parangonable con Mandela. Orban es despiadado, encarcela a los opositores, los humilla, los roba y los somete al escarnio público, es asquerosamente perverso y no se preocupa en ocultar dicho rasgo de su personalidad, que es santificada como la de un “auténtico y patriota magyar”.
La Unión Europea, de tanto hacer de mayordomo de los yanquis, está bastante desprestigiada, más allá del perenne conflicto sobre el Brexit, que acaba siendo un terrible dolor de cabeza para quienes lo impulsaron. La moda en los países del este es bastardear al organismo y denunciar sus tejemanejes para arruinar países como Grecia. Su orden de trasladar la Universidad Centroeuropea de Budapest, -de George Soros, el magnate húngaro-estadounidense que se opone a su gobierno- tuvo que trasladarse a Viena ante los reiterados ataques de bandas neonazis conchabadas por el mandamás húngaro. Total, el voto antieuropeísta y antimusulmán lo tiene asegurado, y los ciudadanos “hastiados e ignorantes” lo aman.
El aparato represivo de Orban no tiene la potencia para aplacar las protestas orquestadas por el millonario yanqui, a quien le encanta pescar en río revuelto. Por supuesto, la corrupción de los ultraderechistas es clamorosa e insultante para la inteligencia del más común de los ciudadanos. Sin embargo, todos tienen presente su último mensaje de campaña “si no nos votas, esto es lo que se viene (y muestra un misil dirigido a las oficinas de la UE en Budapest)”.
El Gobierno de la Unión Cívica Húngara (Fidesz) de Orban es calamitoso aunque los húngaros no se den cuenta, dada su lengua inextricable y su cultura tan abstrusa como apasionante. Bruselas y Washington ya lo amenazaron con sanciones pero le importa un comino. El coninúa dando rienda suelta a su autoritarismo pasayesco.
En Budapest han aparecido carteles gigantes con las caras de Orbán y varios ministros bajo el lema “Tú trabajas, ellos roban, por eso las pensiones son bajas”. Es una de las expresiones de descontento que comienzan a exhibirse en los baños públicos de algunas calles turísticas. De todos modos, Orban continúa con sus planes y su apropiación de las instituciones judiciales es total, practicando un lawfare cachivachesco al estilo brasileño. Por supuesto, estará en la primera fila en la asunción de Bolsonaro en Brasil. Su referente político igualmente es Silvio Berlusconi, admirando su estilo sensacionalista y compartiendo su afición putañera, como la de todo encumbrado mandatario mundial, salvo Evo Morales.
La moraleja de esta nota es que Orban no necesitó un golpe de estado para implantar una dictadura en su país. Lo logró como Macri, y con el mérito de ni siquiera tener que encarcelar periodistas. De última, los puede mandar a matar cuando se le antoje…

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