Mi hora
Día tras día me veo manejando mi pluma dentro de una espantosa oficina,
el perro más embotado hasta que me apresuro a casa,
¡luego sí!, gobierno un reino de alegría.
Tengo un trono de cuero acolchado, una pequeña corte de tres niños,
una esposa que sonríe cualquiera sea el clima, un festín de bizcochos, jalea y té.
La mesa despejada, una batalla de retozos, una bella historia,
un “niños, a la cama”, un beso, un abrazo, un silencio del parloteo
(¡Dios protege a cada pequeña cabeza soñolienta!),
una amistosa charla con mi esposa mientras cose,
una alineación de nubes plateadas desciende,
luego ella también se va, y al retirarse retorno a mi Hora.
Atizo el fuego, me asiento cómodamente, alimento mi pipa con el debido cuidado,
el agua ronronea en la pava, rhum, limón, azúcar, todos están allí.
Y ahora el trago está humeando, y el fiel amigo brilla:
¡Compañeros, en fumar, beber, soñar, cuán tristemente rápido se van los momentos!
¡Oh hora dorada!, entre el amor y el deber,
todo lo demás se lo entrego a los otros,
pero ustedes son míos para rendir a la belleza,
para recoger el Romance, para vivir grandiosamente.
Porque reclinándome en mi cómoda silla…
siento el aguijón de la espuma del océano,
y más allá están brillando maravillosamente
las mágicas islas de allá lejos.
Más allá del estruendo de las olas que estallan
playas extrañas rebrillan en mi memoria,
amontonados cabeza arriba con despojos sobre malecones
bailo y juego a los dados con marineros.
Estrellas extrañas hormiguean para arder sobre mí,
extañas sombras me acechan, extrañas voces saludan,
extrañas mujeres me seducen, ríen y me aman,
y arrojan sus bastardos a mis pies.
Oh, desearía recorrer el ancho mundo entero,
en puertos de pasión y desasosiego para beber y escurrirme,
un alquitranado vagabundo con dragones tatuados en mi pecho,
con ojos encantados que sostienen rojas glorias de mares espumantes y orillas rompientes,
con labios que cuentan las historias más extrañas de naves y tesoros hundidos
hasta que enfermo de la tormenta, el esfuerzo y el crimen,
alguna noche fantasmal cuando se oculta la luna,
me deslizo en el agua caliente como la leche y suavemente nado en la viciada laguna.
Luego, a través de alguna selva asaltada por pitones,
o un pantano espeso o bosques salvajes,
conquisto mi camino con corazón impávido y toda la maravilla de un niño.
Los llanos sin camino se desvanecen a mi alrededor,
los bosques fruncen el ceño, las marejadas se espantan,
las montañas se ponen de punta de pies para confundirme,
los ríos rugen para acelerar mi caída.
Condenas salvajes deberían intimidar, y las mañanas ser sangrientas,
y la Muerte debería sentarse junto a mi rodilla,
hasta que luego del terror, el tormento, la gloria,
conquiste nuevamente el mar, el mar…
¡Oh, dulce angustia! ¡Oh, espléndido triunfo!
¡Oh, adiós sueños! Mi pipa está muerta.
Mi vaso está seco, mi Hora ha concluido,
es tiempo que incluso yo vaya a la cama.
¡Qué pacíficamente está durmiendo la casa!
¡Ah!, ¿por qué debería extrañarme el plan de fortunas?
Proteger a mis seres queridos en mi custodia, esa es tarea suficiente para cualquier hombre.
Así que ya no me arruinaré más a través de los oscuros mares,
las rojas tortugas ya no vagarán más,
¡gracias a Dios!, mantengo mi potaje hirviendo,
y hago al menos un hogar feliz.
El camino de mis hijos brillará con rosas,
su gracia abundará, su alegría crecerá.
Y así se cierra divinamente mi Hora,
con pensamientos tiernos de paz y alabanza.
traducción: Hugo Müller