La oración del escriba
Cuando de mi mano retorcida cae la cansada pluma
y en el cansado crepúsculo mi cabeza se inclina,
mientras una voz queda llama a mi quieto corazón,
llama para sumarme a mi parentela de muertos:
Oh Señor, concédeme que pueda descansar con los míos,
escribo en tu alabanza una línea radiante, resonante.
Porque todo el valor que reside en esta arcilla,
el arrebato repentino y la ardiente llama,
la esperanza, el propósito elevado, la fe que guía:
todo, todo eres Tú, y he vivido en tu nombre,
Señor, ¡he dilapidado el fuego sagrado!
Señor, ¡arrastré tu gloria en el lodo!
Aún como bebedor temblando en la licorería,
veo en la negrura de su desván una feria deslumbrante,
todo lo que él debió haber sido, y con el corazón enfermo, arrodillándome,
sorbo en la pasión de su vasta desesperación:
Así mi yo ideal siempre me asalta cuando vienen las cuentas,
¿cómo podría pagar?
Voy a tientas en la oscuridad, no comprendo,
y en mi corazón luchan el egoísmo y el pecado:
aún, Señor, no persigo tu mano que ayuda,
sólo déjame obtener mi triunfo de salvación:
déjame a través de la lucha y el dolor de la penitencia
impulsarme adelante y arriba para alcanzar las alturas.
Sí, déjame vivir mi vida, su búsqueda de significado,
sostenerme firmemente en la batalla resonante,
luchar para ser fuerte y poder ayudar a los débiles,
atreverme a ser verdadero, ¡oh Dios, la Luz, la Luz!
Vino la Oscuridad tan pronto. Me he burlado de tu Palabra,
todavía conozco tu Amor: ten piedad, Dios…
FIN
traducción: Hugo Müller