La canción del pacifista

¿Qué les importa a nuestros precipitados odios cuando tomamos el peaje de nuestra Muerte?
¿piensan que nuestra gloria y ganancia pagará por el torrente de sangre que hemos derramado?
¿por la alegría de nuestra victoria se confortará el corazón de la madre?

Si por victoría todo lo que implicamos es un enemigo roto y desgraciado,
la pompa y el poder de la hora resplandeciente, y una tregua por un tiempo:
¡por la mano de arcilla gélida sobre la espada quebrada hemos dado un golpe sin botas!

Si por el triunfo sólo probamos que la espada que envainamos es brillante,
que la justicia, la verdad y el amor perduran, que la libertad se ha de coronar pronto,
que los pueblos más endebles no deberían temer, que el Poder nunca tiene Razón,
si todo esto fuera regado en sangre por los aviones, por los estragos del fuego y el miedo,
por el rugido de rendición de la Guerra de las Guerras, por la Muerte tan doblemente querida…
Entonces nuestra Victoria es una gran derrota, y se burla de nosotros mientras celebramos.

¡Victoria! Sólo puede haber una, santificada en cada tierra:
cuando junto a las tumbas de nuestros muertos comunes,
nosotros, que nos paramos como enemigos y en el silencio
de nuestra pena común nos tendamos las manos unos a los otros.

¡Triunfo! Sí, cuando desde el polvo en el esplendor de su liberación
los espíritus de aquellos que cayeron hacia adelante y le dieron paz a nuestros corazones,
y hermanos en el dolor, con voz extendida a todo el mundo,
clamemos por el cese de aquella Guerra.

¡Gloria! Ay, cuando desde la pérdida más oscura nazca la conquista más radiante,
cuando sobre los campos sangrientos se eleve una estrella que jamás se desvanecerá:
entonces, y sólo entonces, nuestra Muerte debería saber que ellos no han caído en vano.

Cuando los hijos de nuestros hijos hablen de la Guerra como una locura que no debería existir,
cuando agradezcamos a Dios por nuestra pena de hoy, y la gritemos a cuatro vientos de mar a mar
en el nombre de los Muertos el estandarte de la Paz… será Victoria.

traducción: Hugo Müller

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *