Joey

Pensé que me iba a volver loca cuando Joey murió.
Era mi primero, y sabio más allá de sus años.
Durante cientos de noches lloré y lloré,
hasta que mis cansados ojos quemaron mis lágrimas.
Willie y Rosie intentaron consolarme: éramos una familia triste, acongojada.

Era una viuda sin amigos, remendando camisas de hombres para pagar la comida de mis hijos,
y entonces un día un abogado llamó a la puerta, yo estaba con mis brazos hundidos en la bañadera.
El caballero que atropelló al pobre Joey estaba dispuesto a darnos miles de libras.

¡Qué envío de Dios!
Significó adiós al cuidado, al miedo de ser arrojada a la calle.
Rosie y Willie tendrían algodón para vestirse,
y más que pan con margarina para comer…. .
A las pequeñas piernas rotas de Joey
le debemos nuestro rescate de un destino de miseria y dolor.

Cuán felizmente me apuró hasta casa, trayendo una nueva hogaza de pan con corteza marrón.
No vio las luces delanteras del auto, y cuando vino la ayuda pensaron que estaba muerto.
Contempló con asombro desde un rostro tan pálido…
Una larga y última mirada, y había partido.

Estamos cómodos ahora, y aún duele saber que debemos nuestra alegría al pequeño y sonriente Joe.

traducción: Hugo Müller

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