El operador del telégrafo

No lavaré mi cara, no me peinaré el pelo,
soy un cerdo alrededor del lugar, no hay nadie a quien cuidar.
Nada más que piedras y árboles, nada más que madera y rocas,
oh Dios, es el infierno estar solo, ¡solo, solo!

Picos de nieve y paisajes acuchillados me acorralan en un anillo.
Me siento como si fuera la única cosa viviente en toda esta tierra desolada,
y así languidezco y me encojo, y agachado junto a mi chimenea escucho mis pensamientos.

Pienso en todo lo que pierdo, los muchachos que solía conocer,
las muchachas que solía besar, la moneda que solía soplar,
los bares que solía acechar, la raqueta y el remo,
las cervezas que no quise (las desearía tener ahora).

Día tras día lo mismo, sólo un poco peor,
nadie a quien gruñir o culpar, ¡oh, por una amorosa maldición!
Oh, en la noche tengo miedo, asaltado por cosas sin nombre,
sólo por una voz que me anime, ¡sólo una mano para agarrar!

Ligeramente como desde una estrella llegan voces sobre el horizonte,
voces de fantasmas lejanos, no en mi mundo, vidas en cuyos telares ando a tientas,
palabras en cuya trama escucho ansioso, la emoción de la esperanza,
el horrible estremecimiento del temor.

Pienso en voz alta, reconozco que está mal (la nieve es como un sudario),
quizás esté volviéndome loco.
¡Digo!, ¿no sería duro eso?
Este horrible silencio que se afirma y asfixia es suficiente para enloquecer a un hombre.

No hay nada para hacer, no puedo dormir a la noche,
nadie pregunta por qué estoy tan triste,
¡oh, por una pelea amistosa!
El alboroto y la prisa de la lucha, un music-hall brillando,
una multitud, una ciudad, vida, ¡querido dios, lo extraño tanto!

¡Aquí, te has deprimido suficiente!
¡Anímate y juega el juego!
Pero digo, es horriblemente duro, día tras día lo mismo
(apuesto que dije eso dos veces).
Bueno, no hay mucho para decir, desearía haber tenido una mascota,
o algo con que jugar.

¡Anímate! No estés tan sombrío y enfermo de todo,
lo peor está aún por venir, Dios te ayudará hasta la primavera.
Dios te protegerá del miedo, te enseñará a reir, no a lamentarte.
¡Ja, ja! Suena tan extraño, ¡sólo, sólo, sólo!

traducción: Hugo Müller

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