Un misionero yanqui recibe su merecido en la India
Las autoridades indias dicen que no tienen planes de recuperar el cuerpo de John Allen Chau, un misionero estadounidense que fue asesinado por los miembros de una tribu aislada en una remota isla de la subdesarrollada nación hindú. Un antropólogo involucrado en el caso reveló que el ministro de “Pueblos olvidados” le confesó la imposibilidad por el momento de dar con los restos de Chau sin provocar un conflicto de envergadura con los sentineleses (del Norte).
“Hemos decidido no molestar a esta pequeña tribu, compuesta por no más de 200 miembros, que viven aislados y reciben con flechazos a quien se atreva a curiosear o merodear su énclave en el medio de la inmensidad del océano” –aseveró el antropólogo, cuyo nombre pidió mantener en reserva. “En los últimos días no hemos intentado contactarlos y continuaremos con la misma disposición. Ellos necesitan procesar lo que haya sucedido. Se ve que no digieren positivamente filosofías occidentales. La familia debe comprender que él violó la ley al incursionar en la isla y esto le costó caro: ahora no pueden venir a quejarse, sí llorar, pero no creo que los yanquis se interesen por el caso. Ellos creen, equivocadamente, que todos los orientales comparten una misma cosmovisión”.
El antropólogo dedicó toda su carrera académica a estudiar el salvajismo puro de los sentinelenses. Reasume su relato con serendidad: “El expedicionario se inmiscuyó en asuntos ajenos, hizo injerecismo imperialista como su gobierno con su ejército y sanciones económicas. Se pensó que todo el mundo se maneja a su antojo. Y para esta tribu las cosas son distintas. Le disparan a cualquier invasor, ese es su mensaje: ‘no vengan a la isla’. Y nosotros lo respetamos, ¿para qué los vamos a joder si el mundo nuestro ha demostrado largamente ser una porquería?”
Por su parte, las fuerzas policiales explicaron que es mejor no meterse con los sentinelenses, que se puede destruir una cultura valiosísima de más de 30.000 años. El jefe de armada naval india aclaró que con estas costumbres “Se han mantenido saludables y reacios a los beneficios de la civilización”.
En cuanto a la embajada estadounidense en Nueva Delhi, aún no se ha pronunciado y ni siquiera consultaron el tema con Trump. Evidentemente, no quiere ejercer presiones que redunden en un conflicto mayúsculo en un territorio que tradicionalmente les ha resultado hostil.
Los mismos pescadores y piratas que lo condujeron a la mortal isla vieron, a la mañana siguiente, cómo cuatro sentinelenses pachurrientos lo arrastraban por la arena para enterrarlo junto a un cocotero. De este modo, continúan rehuyendo del contacto con otras civilizaciones, preservando sus secretos por miles de generaciones.
Como recuerdo de su travesía, Chau le dejó su bitácora a Pachawarman Anand, un pescador analfabeto que lo donó a los detectives para que puedan elucidar cuáles eran las expectativas del misionero. Allí revela su propósito de revelar la palabra de Jesucristo, misión que ya había procurado realizar con escaso éxito en Andaman y Nicobar, las islas linderas de la bahía de Bengala.
La investigación oficial ahora se circunscribe a los siete hindúes –entre ellos el pobre Anand-, que ayudaron a Chau ha alcanzar la isla prohibida. La ausencia del cuerpo complicará los esfuerzos por conseguir un certificado formal de defunción. Por razones privadas, el consulado estadounidense en Chennai omitió responder sobre las derivaciones del caso. En definitiva, el proyecto de Chau era delirante y de elevadísimo riesgo, siendo coherente y lógico su triste final.