Paramilitares bolsonaristas sojeros recrudecen sus matanzas en Paraguay
La invasión de bandas paramilitares brasileñas, al servicio de terratenientes sojeros financistas de Bolsonaro, no es una novedad para los paraguayos. Ya han hecho estragos y han asesinado a más de 500 campesinos en los últimos dos años, en Puerto Casado, Comunidad Ará Verá, Colonia Guahory, Laterza Cué, Colonia Luz Bella (Guayaybí), y en Puerto La Esperanza, donde expulsaron forzosamente a más de 4.000 campesinos de la etnia ayoreo. Ahí sí rige la auténtica “ley de la selva”, el lenguaje de las ametralladoras y la tortura, los crímenes por encargo y la imposición de una cultura brasileña hedionda.
Ayer nomás, un grupo de 50 parapoliciales masacraron a cinco indígenas de la comunidad Takuara´i, en Corpus Christi, departamento de Canindeyú. El hecho ocurrió a las 4 de la madrugada cuando los pistoleros brasileños, a las órdenes de los empresarios Fabio Sequeira y Karina Correa Riveros –amigotes no sólo de Bolsonaro sino del presidente guaraní, demostraron una vez más que Paraguay nunca ha emergido del estado de vasallaje al que lo sometieron los mercenarios del agronegocio desde su implantación en el siglo XXI..
Los familiares de las víctimas –entre ellas dos niños y un mediador judicial- se quejaron ante el único canal de TV que fue a indagar la noticia, suplicándole a Abdo Benítez que haga algo para detener las matanzas, las cuales se aceleraron desde el triunfo bolsonarista en el país vecino. La “mano dura”, la “tolerancia cero” con los indígenas es una de las principales políticas públicas que ha de implementar el militar retirado devenido en presidente para hacer cargo del golpe de Temer, e instalar una dictadura militar “comme il faut”, hecha, derecha, cruel y violadora de todos los derechos humanos, incluso en territorios ajenos.
Hasta el momento ni la Fiscalía ni la Policía actuaron contra los autores intelectuales por su cercanía e intimidad con “Bolso” y “Abdo”, quienes les dieron carta blanca para proseguir con sus planes de exterminio del campesinado y los aborígenes guaraníes. En esta carrera de muerte y agronegocio los brasileños ya se han apoderado de la mitad de las tierras del Paraguay, deforestando su selva natural para instalar sus negocios y feudos infames.
Los pistoleros brasileños gozan de una absoluta impunidad y siembran el terror sin que los líderes locales digan ni mu. El único actor que se opone a esta alevosa invasión es el EPP (Ejército Paraguayo del Pueblo), el cual está siendo duramente combatido por soldados estadounidenses e israelíes, siendo diezmado a menos de 25 combatientes. Como se puede apreciar, la desigualdad de fuerzas es enorme y el proceso de descomposición social irreversible. El líder Derlis López confesó al sitio Cuarto Poder que están entregados a su triste destino y que pronto desaparecerá todo vestigio de la cultura autóctona, reemplazado por emprendimientos sojeros y hoteleros de brasileños tan grasientos como avarientos, mentalmente energúmenos que comulgan con Bolsonaro. Muchos se han adentrado en lo más profundo de la selva para esconderse de sus perseguidores. Allí deben luchar con serpientes y yaguaretés para sobrevivir, pero es preferible eso a caer en manos de un mercenario brasileño.
Desde el golpe a Lugo tras la masacre de Curuguaty todo ha empeorado para el campesinado y las tribus paraguayas. Su territorio se ha convertido en un campo de experimentación para el uso de agroquímicos más letales que el agente naranja. Avionetas con la bandera de Brasil esparcen pesticidas que exponen a la población rural a una muerte inminente, multiplicándose los casos de malformaciones de fetos. Es una guerra de exterminio, y con la llegada de Bolsonaro al poder está asegurado su éxito. Lo único que va a quedar en Paraguay son hectáreas y hectáreas de soja invendible para terratenientes desalmados, que van a tener que dedicarse a matar y torturar a la población urbana o demandarle a Bolsonaro que les encarguen misiones de secuestro, tortura y asesinato de lulistas, lugueros y más campesinos e indígenas indefensos, si es que queda alguno para el 2020.