Mi ataúd
Considerando que estaba pronto a morir
moldeé para mi un ataúd,
tan rebosante de celo de cementerio estaba
que les quité la risa a mis pares.
Lo hice cómodo a mi medida,
mi intención era honesta, y algunas veces me hubiese sentado en él
para fantasear que ya no existía.
Lo guardé en un estante de mi estudio
para recordar siempre, cuando estuviese satisfecho,
que la Muerte estaba cerca detrás de mí.
Preparémonos, solía decir, desde aquí a la Oscuridad nos lanzaremos:
y así con el ominoso presentimiento día a día
mantuve mi conciencia del ataúd.
Entonces vino aquel oscuro invierno como una condena,
no tenía madera para hacer fuego, mi cabaña estaba helada como una tumba,
y estaba listo para morir.
Pero aunque hubiese perdido mi ingenio
vi aquel ataúd allí, destruyendo la cosa maldita en pedazos
hice una encantadora llamarada.
Nunca había visto una llama tan brillante, tan doradamente divina,
como las estrellas en la negrura de la noche, aquella caja de mis huesos.
Y ahora sigo adelante avergonzado del ataúd,
sin más lágrimas carnales porque estoy radiantemente seguro
que amontonaré cien años.
traducción: Hugo Müller