El mariposón
Oh, ¿has olvidado aquellas tardes con orgías de rosas y cielos de ámbar,
cuando nos encantamos con la alegría de un millón de junios,
y busqué tu alma en las profundidades de tus ojos?
Te amaría, lo prometí, por siempre y sí, y lo expresé también;
oh, ¿no es extraño? Cuando nos encontramos hoy en el subsuelo
me dirigí hacia tí como María en vez de Marta.
Oh, ¿no recuerdas aquel mar iluminado por la luna,
nosotros a flote sobre un sendero plateado,
cuando graciosamente me hundí sobre mis rodillas inclinadas
con el riesgo de zozobrar nuestro pequeño bote?
Oh, juré que mi vida entonces estaba destrozada
cuando propusiste una amistad con semblante triste,
pero ahora cuando pienso en tus diez hijos
estoy contento de que me rechazaste, Evangelina.
Oh, ¿está aún aquel momento eterno cuando suspiré mi amor en tu oído como una concha,
y tú cogiste tu abanico como lo haría una doncella,
y te sonrojaste tan encantadoramente, Genoveva?
Como un adorador me senté a tus pies,
por un año y un día me volviste loco,
pero ahora, ¡compañeros!, tienes cuarenta, gorda, y pienso:
¡qué afortunado escape tuve!
Oh, damas que coloqué en un altar sagrado,
oh, Rosa, Marina y Cecilia,
las estimé a su turno las más divinas,
a su turno me rompieron el corazón… y aún, fácilmente lo resolví.
Lo que pasó es pasado. Hoy voy a llamar a Lucía,
porque estoy seguro que al fin conoceré el verdadero amor,
y ella es la más linda de todas.
traducción: Hugo Müller