La torre inclinada
Teniendo un antiguo odio a la altura me esforcé para trepar la Torre,
aunque pausando cada dos pisos porque mi corazón está escaso de energía,
luego cuando gané la cumbre miré hacia la tierra, cayendo en picada.
Cuando a mi lado como un fantasma ví un hombre cadavérico
primero fantaseé que era un guía, porque oscuramente se dirigió a mí así:
“Señor, donde está parado, oh, ¡hace mucho tiempo!
también se paró Galileo”.
«Orgulloso Amo de una poderosa mente,
adoró la verdad y no conoció el temor,
sí, aunque con la edad sus ojos estaban ciegos
hasta la muerte su cerebro estaba claro como el cristal,
y aquí comulga con las estrellas, donde ahora ustedes estacionan sus autos”.
«Esta Pisa fue un lugar placentero,
amada por los poetas en su mejor momento,
donde nuestro Shelley solía pasear y Byron rimar sus octavas
hasta que Shelley, desde este bonito entorno disparó para escaparse del egregio Byron”.
“Y ustedes, que han venido con las hordas,
odio sus agallas, lo digo con candor,
sus esposas usan pantalones y ustedes mastican chicle,
así yo, el fantasma de Savage Landor,
les ruego, acérquense al borde
para que pueda empujarlos al precipicio”.
Pero de vuelta me achiqué, me apuré al bajar la escalera
y busqué el bautisterio donde está Dios,
porque no tenía deseo, lo juro, de probar la ley de los cuerpos que caen…
Tienes razón –cuando uno está cerca de los ochenta es un maldito loco para trepar la torre de Pisa-.
traducción: Hugo Müller