Kelly de la legión
Ahora Kelly no era un luchador, amaba su pipa y su vaso,
un sinvergüenza despreocupado que vivía en Montparnasee.
Pero en medio de las habladurías de la taberna escuchó a alguien decir:
“Cuando Francia fue al frente a batallar la Legión dirigía la marcha.
Las heces de la creación, de cada pecado y estación,
los hombres que conocieron la condena son levantados para conducir la marcha”.
Bien, Kelly se unió a la legión, lo hacían marchar día y noche,
lo apuraron a la región donde los más grandes vislumbran la refriega.
“Recuerda tu poderosa misión, tu destino” dijeron ellos,
“Por gloriosa tradición la legión conduce la marcha.”
“Con pancartas hechas jirones volando, con el rastro de los muertos y moribundos,
¡adentro, adentro!, todo el infierno desafiante, la legión barre el camino”.
Con caras severas y duramente mordidas,
con bromas de salvaje alegría, barrieron en sus lugares,
los hombres del mérito de hierro, su acero sangriento estaba titilando,
se balancearon para enfrentar la refriega, luego se impulsaron aullando,
destrozando, la legión despejó el camino.
El rastro que abrieron fue sangriento, pocos vivieron para contar la historia,
a través de la muerte se sumergieron en la gloria
pero oh, ¡despejaron el camino!
Ahora Kelly yace sin morir, y oscuramente vio adelante
partidos volar nuevos estandartes, la infantería de Francia.
Luego arriba en medio de la mescolanza se paró de donde yacía,
“vamos, mis muchachos” dice Kelly, “el Layjun se hace cargo del camino!»
Sí, mientras desfallecían dudando
(tales llamas de condena estaban chorreando)
los atrapó, estremeciéndolos, gritando: «¡El Layjun se hace cargo del camino!»
Lo vieron deslizarse y tropezar, luego tambalearse una vez más,
luego lo vieron tropezar y caer, una masa de mugre y sangre,
lo vieron arrastrarse ciegamente en medio de su propia refriega infernal
y llamar, llamar, llamar: “¡El Layjun se hace cargo del camino!»
Y aún cuando ellos se preguntaban si la embestida estaba rota
tronaron por la victoria pero… Kelly condujo el camino.
Aún Kelly continuó marchando, corriendo como un frenético,
sus ojos brillando de furia, un león de un hombre,
su rifle balanceándose locamente, su alma sedienta de asesinato,
su eslogan llamando, llamando, llamando
“¡El Layjun se hace cargo del camino!»
Hasta que en un pozo cebado de muerte,
donde esperaban los alemanes con máximas
se hundió… y allí, saciado en sangre
hasta la muerte mató en su camino.
Ahora Kelly fue un compañero
que simplemente despreció una pelea,
amaba la melodía de taberna,
aturdimiento caliente y pipa encendida,
estoy seguro de que el show lo espantó,
y todavía sin desmayo, cuando la muerte y el deber lo llamaron
él se levantó y condujo el camino.
Así en el trago del Valhalla
(si los héroes blandos y encogidos sufrieron allí), estoy pensando
que es Kelly el que conduce el camino.
traducción: Hugo Müller