Sin lirios para Lisette
La puerta dijo: “Ella vino sin sombra de pecado,
giró la llave en la cerradura y se sacó el vestido,
la ropa que más le gustaba cuando se vestía para la cena.
Entonces rasgó una carta… ¡qué pálida estaba!» dijo la puerta.
La silla dijo: “Ella se sentó con gesto lastimoso,
y entonces (oh, es extraño),
una sola lágrima solitaria rodó por su pálida mejilla.
Cómo esperé que hable mientras desataba su pelo” –dijo la silla.
El vaso dijo: “Entonces ella me miró confundida,
mientras con delicada gracia maquillaba su rostro,
sus mejillas y sus labios, las uñas pintadas de rosa,
tan hermosa, ¡compañeros!, luego encendió el gas” dijo el vaso.
La cama dijo: “Se acostó cansada, como una niña inocente
reconciliada con su destino, las manos apretadas sobre su pecho,
en oración o descanso: ‘Querida madre’ dijo ella,
y apoyó su cabeza sobre la almohada” dijo la cama.
Dijo la habitación: «Entonces como un sueño,
el brillo de la luna plateó suavemente mi espacio,
y cayó sobre su rostro que nunca había estado tan dulce
mientras su corazón dejaba de latir…
Entonces la luna huyó y la oscuridad se sintió como penacho de funeral” –dijo la habitación.
«Sólo una puta» dijo la puerta,
“pero tan bonita” dijo la silla,
“¡frágil, compañeros!” dijo el vaso,
“ahora ella está muerta” dijo la cama,
«Lo siento, destino amargo» dijo la habitación…
Luego todos ellos, el piso y la pared,
crecieron lentos, el techo también,
como una tumba era la habitación,
con respiraciones silenciosas la muerte saludando,
liberación del alma, silencio, paz.
traducción de Hugo Müller