Rasguño insignificante a candidato ultraderechista

Jair Bolsonaro, candidato a la presidencia de Brasil por el golpismo y primitivismo recalcitrante, fue torpemente acuchillado durante un mitín electoral en Minas Gerais. El entramado y las primeras consecuencias del episodio llevan a pensar en un autoatentado y una acción coordinada para favorecerlo en los próximos comicios. Proscrito Lula, sus chances de arrebatarle el puesto a Temer parecen óptimas ahora. Tuitero de alma y corazón, troglodita de las relaciones humanas, ya recuperado en su cama del hospital Albert Einstein, se despachó por la red social: “Estoy bien y recuperándome. Agradezco del fondo de mi corazón a Dios, a mi esposa, a mis hijos, que están a mi lado; a los médicos que me cuidan y fueron esenciales para que pudiese seguir con ustedes aquí en la tierra, y a todos por el apoyo y las oraciones”. Suena raro, parece un milagro del Todopoderoso, interviniendo para que se prolongue el estado dictatorial en el país. De acuerdo al boletín médico que divulgó el hospital, Bolsonaro se encuentra en buenas condiciones clínicas. La cuchillada que aparentemente le propinaron en el abdomen le ocasionó “una grave hemorragia en una vena, tres heridas en el intestino delgado y una lesión en el colon”, por lo que fue sometido a una operación de urgencia cuando arribó al nosocomio “muy grave y corriendo riesgo de muerte”, como se encargó de tuitear uno de sus repugnantes retoños. Es extremadamente extraño que se conozcan detalles gástricos incomprobables, y que se asegure que el candidato osciló entre la vida y la muerte.

Apenas sufrido el embate, sus seguidores se encargaron de difundir un video en Youtube donde Bolsonaro relata el ataque, sus sensaciones luego de recibir la estocada, en un descargo que propaló la prensa golpista: “Nunca le hice mal a nadie” –sentenció olvidando sus recientes discursos y actos de campaña donde se cansó de incitar a la violencia y se ufanó de los izquierdistas y simpatizantes de Lula que fusilará cuando alcance el máximo cargo político del país. El video fue grabado y transmitido por el senador y pastor evangélico Magno Malta, uno de sus más fieles adláteres, y en las imágenes se puede disfrutar de Bolsonaro acostado, con dificultades para hablar o moverse, pero consciente y lúcido, defendiendo la dictadura militar en Brasil y en toda la región, con las mismas declaraciones racistas y cavernícolas de siempre, haciéndole el caldo gordo al proyecto de Temer, O Globo, la derecha y plutocracia local, y por ende, a los planes del imperialismo yanqui.

El desdichado agresor de Bolsonaro fue identificado por la policía: se trata de Adélio Bispo de Oliveira, un desocupado de 40 años cuya primera explicación fue que estaba siguiendo “un mandato de Dios”. La policía federal optó por salvarlo del linchamiento inmediato que pretendían los seguidores del ultraderechista. Tuvieron que evacuarlo en un helicóptero de la comisaría de Juiz de Fora. El comisario dio una conferencia de prensa donde expresó que no había motivaciones políticas o partidarias en el atacante, que simplemente obedeció a una “cuestión personal”. Más confusión, imposible. Bispo parece un hombre de pocas luces, atontado y agriada su existencia por la patética situación socioeconómica de Brasil. Entretanto, en el día de la independencia, el actual mandatario Michel Temer fue abucheado mientras encabezaba su último desfile militar en Brasilia. Al grito de “Lula Livre”, miles de brasileños compartieron el reconocido Grito de los Excluidos, en protestas contra la desigualdad social que se torna cada vez más dramática en el “gigante sudamericano”. Temer estaba acompañado de su hijo de nueve años, quien padeció en carne propia el repudio a su chocho papá. Junio Xukuru, líder del Partido de los Trabajadores (PT), retrucó en Twitter lo que realmente pasa: “Hoy, día en que se conmemora la Independencia de Brasil, nuestro mayor deseo es que el país quede libre de la corrupción, del hambre, del desempleo, de la intolerancia, de la falta de democracia, en fin, de todo lo que quita la felicidad de nuestro personas”. Diversos analistas coinciden en que el incidente termina de asegurar a Bolsonaro una segunda ronda, al confirmar uno de sus principales mensajes de campaña: “que Brasil está en caos y necesita una mano firme para guiarlo”. En verdad, la mano firme que necesitaba Brasil era la de Bispo de Oliveira, y lamentablemente el “excluido” fracasó. El odioso candidato ya está probándose el traje presidencial, cagándose de risa en el Einstein.

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