La batalla
Las damas que mastican cebollas crudas
deberían ser condenadas a mazmorras.
Ella era el tipo mimosa de señorita
que todo hombre puede amar hasta la muerte,
pero cuando intenté robarle un beso
me desanimé ante un aliento a cebolla tan intenso
que perdí mi sentimiento de amor.
Pero aún ella estaba siempre en mi pensamiento
como alguna flor exótica,
y entonces compré un bulbo de ajo
y lo mastiqué durante una hora,
y cuando nos encontramos me estremecí
al ver que era ella la que se apartaba de mí.
Así que aliento a aliento batallamos allí
para dominar el uno al otro,
y a pesar de que sus cebollas eran odiosas
mi ajo era una asfixia, hasta que poco dispuesto dije:
“Si no nos besamos llamémoslo un armisticio”.
‘Ahora probemos que somos sinceros con nuestras opiniones,
abandonaré mi ajo si tú abandonas tus cebollas’.
Así al día siguiente con gusto a miel,
¡qué dulces eran sus labios!
traducción: Hugo Müller