La arpía

Había una mujer, y era sabia, lamentablemente sabia,
era vieja, tan vieja que todos sus años contados eran una cuenta y tres
y sabía del corazón, del final al principio, el Libro de la Inequidad.

No hay esperanza para alguien como yo en la tierra, ni aún en el Cielo,
viví sin amor, sin amor muero, sin compasión, sin perdón,
una mujerzuela maldita, hago mi oficio sin ser venerada ni tenida en cuenta.

Pinto mis cachetes porque son blancos, y odio los cachetes de Ios hombres de tiza,
con vino hago brillar mis ojos, que el hombre puede buscar y saciar,
bajo una lámpara roja me siento y espero hasta que venga la escoria nocturna,
con ojos bebidos en llamas, tus queridos, hijos, tus desdeñosos,
soy yo la que conoce su vergüenza.
Los dioses, tú verás, son brutos para mi, y así hago mi juego.

Porque la vida no es lo que pensamos, ni la cosa que planeamos,
y la mujer en un mundo amargo hace lo mejor que puede,
debe ceder al golpe, y sostener el yugo y servir la voluntad del hombre,
debe servir su necesidad y alimentar la llama de su deseo,
aunque sea amada sólo por amor, o amada por un precio,
para cada hombre desde que comenzó la vida está contaminada con el fango.

Y aunque sepas que él te amo tanto y te puso en el trono del amor,
aún deja que tus ojos se burlen de sus suspiros, y deja que tu corazón sea piedra
a menos que seas abandonada (como lo fui yo), condenada y sola.

Del beso cerrado del amor al abismo infernal hay solo un simple vuelo, pienso,
y el anillo de bodas y la campana de novia son jirones del lamento,
y no es sabio amar demasiado bien, y esto lo saben todas las mujeres.
Por eso la manada de lobos se ha hartado del cordero, su presa,
con sonrisa de sirena y astucia de serpiente haré pagar a la manada
con pezuñas de terciopelo y garras de cuero, una tigresa despierta para matar.
Una que en juventud buscó la verdad más verdadera y encontró las mentiras del diablo,
un símbolo del pecado del hombre, un sacrificio humano.
¿Debería acusar al hombre de la vergüenza?, ¿podría ser de otro modo?

¿No nací para caminar con desprecio donde otros caminan orgullosos?
El Hacedor lo estropeó, y sembrada de mal me dirigí a su marea,
y Él solo debería juzgarse, y así su juicio soporto.

El destino ha escrito una tragedia, su nombre es “El corazón humano”.
El teatro es la Casa de la Vida, la mujer hace el papel de mimo,
el diablo ingresa la caja del apuntador y la obra está lista para comenzar.

traducción: Hugo Müller

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