Cambio de cortesano

Carlos Rosenkrantz, un reputado abogado encaramado en la primera línea de la alianza gobernante, acaba de ser elegido nuevo presidente de la Corte Suprema argentina. Tiene prestigio y credenciales académicas. Fue director de la Universidad de San Andrés, se recibió con honores en la UBA y ostenta un doctorado en Yale. En su currículum se consigna que fue asesor del difunto demócrata radical Raúl Alfonsín. Se ufana de ser intelectual, de brillar y obtener honores en cenáculos y organizaciones jurídicas internacionales. Fue profesor en la New York University, en la Richmond School of Law, en la Denver University, en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y en la propia UBA.

Como abogado, en su trayectoria profesional sólo se ha dedicado a defender y asegurar los intereses de grandes corporaciones transnacionales (Cablevisión, Grupo Clarín, Sociedad Anónima La Nación, Grupo América, Farmacity, Claro, Grupo De Narvaez, La Rural Predio Ferial de Palermo, Carbap, McDonalds Coporation, Mac Key, Musimundo, Pan American Energy), publicando diversos artículos en defensa de la propiedad privada, los oligopolios, fomentando la “neutralidad” de las instituciones de la justicia ante la desigualdad económica y social, propiciando la liberación de genocidas y criminales de lesa humanidad, siendo la responsabilidad extracontractual un tema que siempre le quitó el sueño, que la vida pase por otro lado que no sea el mercantil y la acumulación de títulos y/o premios académicos. Quien se anime a introducirse en la lectura de cualquiera de sus artículos sólo hallará el típico discurso leguleyo abstracto que no dice absolutamente nada. Sus argumentos son sólidos sólo a la hora de defender los desfalcos y atropellos de las grandes corporaciones, y ahora, como están en el gobierno, directamente el robo, la estafa y la vejación del pueblo argentino, paralelamente al saqueo de las arcas públicas. Desde su lugar va a poder dedicarse a pleno a su nueva labor encomendada por su jefe de nombre Mauricio: “sigamos manejando el poder judicial como una patota privada, cada vez funcionamos mejor y está arreglado todo con la embajada y el resto de las cortes para encarcelar y/o proscribir a la yegua, replicando ‘la gran Lula’ de Brasil”.

Así la llaman los mismos hacedores de la maniobra, los golpistas que ilegítimamente corrieron a Dilma, los servicios de inteligencia, las agencias de la CIA y los jueces corruptos que arman y desarman causas a su antojo para favorecer la implantación de planes de ajuste y neoliberales salvajes, a fin de revertir lo que ellos consideran, “el desastre de los gobiernos populistas”. Así de tajante es la consigna que le encomendó el presidente a este funcionario que, junto con tantos otros, aportará ahora su importante grano de arena al gobierno de Cambiemos para propiciar la ruina y la cólera del pueblo argentino, garantizándole completa impunidad al presidente.

El pomposo apoyo del gobierno ultraderechista de Israel a Macri no se hace esperar, y ya le ha vendido varias armas de guerra para afrontar la etapa represiva que se viene. Las muertes en saqueos ya están sucediendo y son cosas de todos los días. La clase media gorila le tiene pánico a las bandadas de pobres que recorren ollas populares en el microcentro . Continuarán votando a Macri aunque sus salarios se depreciaron más que en ningún país del mundo en los últimos dos años. La ideología clasista, racista y estúpida que reside en los simpatizantes de Cambiemos se impone en los medios de comunicación donde trabajó el nuevo presidente de la Corte, a quien se lo pinta como un progresista moderado de conocimientos sublimes. El apoyo del energúmeno de la Casa Blanca también es vital para el sostenimiento del gobierno de “nenes bien” y paralíticos mentales de Cambiemos. En fiestas privadas celebran la megadevaluación reportándose a sus superiores del FMI. Lagarde y su séquito están encantados con la nueva designación. Sólo falta encarcelar a la yegua para que la situación sea idílica en vez de tormentosa.  Ya el país está acabado y jodido hasta el fondo, o “hasta la base”, como les gusta afirmar a los chaleutas uruguayos.

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