Viveza y tenacidad de Evo Morales

El condensa la sabiduría e inteligencia de sus ancestros, desde Manco Cápac en adelante fueron muchos los indígenas que entregaron a la humanidad su dignidad sagrada y su visión emancipadora de los pueblos. Desde su acceso al poder en 2006, sólo intentó salvaguardar la soberanía de Bolivia, protegiéndola de las fauces ávidas de Estados Unidos y sus incondicionales aliados criollos de la ultraderecha, que han desatado desde el primer día de su gobierno una campaña en contra del incipiente Estado plurinacional y su democracia multicultural participativa, ajena al “american way of life” y a toda la basura de la culura yanqui, tan venerada por los gobiernos de la ultraderecha vecinos.

Las jornadas más violentas se vivieron en 2008, habiendo fracasado también varios intentos de asesinar a Morales. A él también le quisieron inocular el cáncer que le echaron encima a Chávez pero su sangre indígena resistió esa enfermedad de hombres blancos achacosos. En 2015 el Interamerican Institute for Democracy elaboró un Plan Estratégico para Bolivia que buscaba acabar con los días de “vivir bien” de millones de bolivianos y bolivianas. Este plan ejecutado por el gobierno de Obama logró a la oposición a imponer el ‘No’ en un referéndum sobre la repostulación del presidente en 2019. Para ello apeló a la “guerra sucia” que tanto éxito le ha deparado a la derecha en todo el continente. Esta consiste en el ya trillado armado de causas judiciales, difamación, acoso y persecusión mediática, y ataques mafiosos a los líderes sociales y defensores de derechos humanos que formaban parte de los gobiernos denominados “populistas” antes del recambio promovido e impulsado por el Departamento de Estado, que ha logrado colocar a Temer en Brasil, a Macri en Argentina, a Cartes en Paraguay (ahora a Abdo Benítez), al traidor paralítico en Ecuador, además de sacar a Zelaya de Honduras, afianzar a Santos en Colombia (ahora a Duque), ubicar a Kuczinsky (o el presidente impronunciable) en Perú (ahora a Vizcarra); todo ello mientras acosa, sanciona, amenaza y patotea constantemente a Venezuela y al mismo país del Altiplano (por no hablar de su omnipresencia en Chile, donde no se sabe si aún se salió de la dictadura pinochetista).

La guerra sucia, según sus teóricos, busca en verdad que sus perseguidos se suiciden. Sus practicantes se regodean en el sufrimiento ajeno, en el aumento exponencial de la pobreza, se babean con el achicamiento del Estado, se pajean con el libre mercado y la libre circulación de divisas, difunden en redes sociales lugares comunes y mentiras patéticas, mezclados con comentarios de un racismo visceral, de una estupidez infinita. Hay mucho formador de opinión que se divierte con este giro del destino que acusa de corruptos a todos los presidentes y gobernantes que se opusieron a la hegemonía estadounidense en la región. Ejecutan o aplauden las acciones que están en este siniestro plan, que se supone original y exquisito. A Evo le inventaron un hijo, lo tildaron de mal administrador, le achacaron despotismo, le tiraron encima cadáveres políticos, le endilgaron las pasiones de un animal. ¿Qué no le dijeron o no le dicen a este indio presidente, bravo y heroico, que mantiene enhiesta su postura antiimperialista y anticapitalista, que ha recuperado los recursos naturales estratégicos del país?

Ahora vienen con el cuento de siempre, de que Bolivia debe retornar al neoliberalismo como todos sus vecinos, y han comenzado una guerra económica similar a la que le han planteado a Venezuela, anhelantes de que la crisis que aqueja a toda la región arrase con los logros de Morales; entre ellos, ser la economía más estable de América Latina, según Naciones Unidas y la CEPAL. Pusieron el grito en el cielo cuando el Tribunal Constitucional de Bolivia y el Tribunal Electoral lo habilitaron para ser candidato del  Movimiento al Socialismo (MAS) una vez más, el año próximo. Enseguida se pusieron a contratar lúmpenes para conformar guarimbas locales. La violencia y el crimen son sus únicos argumentos.

Álvaro García Linera, definió el modelo económico de Bolivia como «la nueva economía plurinacional que trabaja con las reglas de la economía del mercado (que existen desde los tiempos ‘babilónicos’) e introduce otras reglas de la economía comunitaria, también reglas de valor de uso en la distribución de los excedentes y en la priorización de los excedentes e inversiones. Entonces existen ahí tendencias de no-capitalismo, sin ser todavía un nuevo modelo de producción» (Le Monde Diplomatique, diciembre 2012-enero 2013). Precisamente, esta política económica ha permitido que la clase media boliviana creciera en 12 años del 19 al 47,8%.

Antes de 2006 Bolivia era, despúes de Haití, el país más pobre de América Latina, la vida de los campesinos era de extrema pobreza, había miles de mendigos solicitando limosnas en las carreteras. El propio Evo Morales fue un niño indígena pobre, a quien el mundo entero le reconoce su brillante gestión. En los últimos 10 años la economía ha crecido a un promedio de 5% anual, a pesar de la caída del precio de petróleo y de otros commodities importantes. Y la riqueza se ha distribuido, logrando saltos significativos y positivos en este sentido. La viveza y tenacidad de Morales merecen un reconocimiento, y seguramente, continuará con su estoico y magistral andar por la presidencia de su bello y exótico estado plurinacional.

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