Mi feudo

Odio a mi vecina, la viuda Green,

me gustaría desgarrar su rostro,

pero si lo hago ella hará una escena

y me hará correr alrededor del lugar:

porque en la competencia del mal humor

ellas son la raza más pugnaz.

Y aún debo hacer algo rápido para mantener a la bruja en línea,

desde que su gallo rojo decidió picotear cinco cabezas de mis lechugas:

y así lo alimenté con arsénico que no lo hizo declinar.
Desapareció, pero antes de que pasara una semana

encontré a Mimi en mi felpudo, mi gato atigrado,

y estaba muerto como una piedra,

diagnostiqué con llanto que había engullido estricnina.
Así que compré una hamburguesa,

la aderecé con vidrio molido

y la deje para que la recogiera

su perro tragando saliva desde el pasto:

desde entonces, aunque permanezco despierto

no lo he visto pasar.

Bueno, ésta es la situación actualizada,

y mientras leía un texto de Job para justificar mi odio,

me pregunté quién será el próximo,

de algún modo siento que uno debe morir,

la señora Green o yo.
 

Traducción: Hugo Müller

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