Los afligidos

Suavemente cada noche ellos vienen a la función,

esa vieja pareja, sordos y tontos,

en la segunda fila,

mirando melancólicamente, tomados de la mano,

orgullosos de lo que entienden.

Cerrados al mundo externo,

entregados totalmente el uno al otro,

conociendo la plena alegría mientras leen los labios del discurso…

Me pregunto, si yo estuviese tan sombrío,

si sería sordo y tonto.

¿Sería acallado, lejos del estruendo y el espanto?
¿Desperdiciaría la necesidad de decir cosas tontas en el discurso?
Un silencio total no me molestaría…

¡Felices ellos!, soy ciego.

 

trad. HM

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