En el bulevar
Oh, es placentero sentarse acá,
viendo a la gente pasar,
tú, al lado de tu cerveza,
yo detrás de mi taza pequeña.
Charlando sobre ningún tema.
Tú, el Mimo; yo, el Bardo.
oh, es divertido, ¿no lo es?
Sentados en el Bulevar.
Más entretenido que un libro,
si un tipo tiene ojos para ver,
ya que no importa a dónde mire,
historias, historias saltan hacia mí.
Mi lapicera debería escribir relatos en movimiento,
los poemas planean en cada rostro,
podrías recitar monólogos con inimitable gracia.
(¡Ah, el poder de la imaginación!),
Verte semi mundano allí,
jugando ociosamente con una flor,
sonriendo con un aire pensativo…
Bueno, su sonrisa es como la de una máscara,
ví adentro de su manguito
un pequeño frasco malvado:
¡Ugh, vitriol!, la cosa bestial.
Ahora miro de nuevo al lado del bar.
Veo tu belleza rizada y perfumada,
resoplando un fino cigarro,
especie sucia de caballa.
Bueno (por supuesto, es todo conjetura),
es por él que ella guarda su lugar,
cuando él pase ella se levantará
y le echará vitriol a la cara.
Rápido lo trasladan en una camilla,
lo suben en un auto de la Cruz Roja,
por ella se apurarán, dicen,
a las celdas de St. Lazare.
¿Qué pasará luego, preguntas?
¿Cuál será toda la secuela?
¡Ah! La tarea de la imaginación no es fácil… déjame ver…
Sin duda, ella irá a la cárcel
por un año, o tal vez dos,
Luego, tran pronto como salga
comenzará su obscena vida nuevamente.
El yacerá dentro de una condecoración,
inofensivo como puede ser un hombre,
con su rostro grotescamente cicatrizado
y sus ojos que no pueden ver.
Entonces, en medio del ruido de la ciudad
se levantará contra una pared,
con un tarro alrededor de su cuello
sobre el cual caerán los centavos.
Ella pasará (lo veo claro, como en el cine),
se detendrá y volverá,
mirará y mirará, y quizá se ría.
Bueno, no estoy tan seguro de eso,
si ella reirá o llorará.
El extendrá un sombrero arrugado
a la dama que lo abandona.
El sonreirá con una sonrisa asquerosa,
y en su postura mugrienta,
con una risa (o sollozo) al rato,
ella dejará caer un pedazo de oro.
“Dios la bendiga, dama”, dirá él,
y se emborrachará grandemente esa noche.
Ella vendrá y vendrá cada día,
fascinada por la visión.
Entonces de algún modo él se enterará
(tal vez por algún amigo amable)
quién es ella, y así… y así
lleva mi historia al final.
¡Cómo explotará con odio su corazón!
El maldecirá y llorará.
Esperará, esperará y esperará
hasta que ella pase de nuevo.
Entonces como tigre desde su guarida
saltará de su lugar, la derribará,
la tomará del pelo, y esparcirá el vitriol sobre su rostro.
(¡Ah! Imaginación rara)
Vean… él toma su sombrero para irse,
ahora está al mismo nivel que su silla,
ahora ella se levanta para lanzar…
¡Dios!, y ella lo ha hecho también…
¡Oh, aquellos gritos, aquellos gritos espantosos!
Yo imaginé y… es verdad: ¡cómo su rostro frecuentará mis sueños!
¡Qué visión! Me enferma.
Parece que soy culpable de algún modo.
Mozo, tráigame pronto un brandy…
¡Eso! Me siento mejor ahora.
Colaboremos, los dos,
tú, el Mimo; yo, el bardo,
¡Oh, qué estupendas cosas haremos sentados en el Bulevar!
traducción de Hugo Müller