El anfitrión

Nunca hubiese podido imaginar a Dios:

supongo que jamás lo hubiese logrado.

Junto al fuego de su altar asiento con somnolencia senil,

pero aún en la edad mayor mientras la visión se torna oscura

tengo una sensación de Él.

Cuando repaso la suma de mis días

encuentro varios muy dulces y buenos,

mi mente está llena de paz y alabanza,

mi corazón brilla con gratitud.
Por mi larga vida en el sol quiero agradecer a alguien.

Alguien que ha sido amable conmigo,

algún poder adentro, si no en lo alto,

que formó mi gentil destino,

y me dejó apacentar placenteramente:

que me enseñó, ya sea alegre o grave,

a amar la vida que me dio.
Un anfitrión de caridad y brindis,

en una taberna cálida y brillante,

que sonríe y me alienta a no temer

mientras me adentro en la noche:

a quien no le ruego por el Cielo,

pero bendigo por la felicidad terrenal.

 

traducción de HM

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