Criadas en mayo

Había tres nenas en el prado brillante,

la mayor menos que siete,

sus ojos danzaban con deleite

e inocentes como el cielo.
Herían a las flores salvajes con tierna alegría,

sus mejillas de súbito rosa,

todas radiantes me sonrieron

cuando les supliqué una flor.

Una me dio una aguileña,

y otra me trajo una amapola,

la más pequeña, con ojos brillantes,

me buscó una simple margarita.

 

Y mientras me iba con mi modo soberbio,

escuché su descuidada risa,

sus corazones demasiado felices con el día

para preocuparse por que lo que viene después.

. . . . . . .

Eso fue hace mucho tiempo, se fueron, las tres,

a caminar entre las sombras,

olvidada está su lírica alegría

en prados soleados y quietos.

Aguileña amó la vida demasiado bien,

y fue al mercado de aventuras,

y se hundió en el pozo del infierno,

y pasó sin el menor cuidado.

Mientras Amapola fue la esposa de un hombre pobre,

y tuvo un montón de hijos,

y se fue, desgastada por trabajos y lucha,

cuando tenía veinticinco.
Y Margarita murió cuando era niña,

tan frágil como perecen las flores,

cuando los vientos del invierno son violentos y salvajes,

sin nadie para proteger o querer.

¡Oh! Qué oscuro y empecinado es el destino

de los pequeños hijos de los pobres.

 

traducción: Hugo Müller

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