Golpismo desenfadado e intromisión yanki en Nicaragua
El modus operandi es idéntico al aplicado en Venezuela. Guerra económica, guerra mediática y judicial. Penetración por todos los frentes. Encima, no es que la apuesta mayor está detrás del gobierno impune de Ortega, que le ha entregado a varias empresas estadounidenses el control de los recursos naturales nicaragüenses, y que está dispuesto a enviar a bandas paramilitares a que amedrenten a los estudiantes que quieren bajarlo de un hondazo. La prensa cumple su rol canallesco de siempre, entregada a la oligarquía y a los terratenientes. Hacen fuerza para que caiga el líder acusado de delitos económicos y sexuales. Su esposa Murillo está prendida al juego del poder y no está dispuesta a abandonarlo. Le susurra a su marido que debe acabar con la violencia mostrándole al pueblo quién es el más patriota, acceder a su pedido y convocar a elecciones adelantadas.
-Si igual ganamos nosotros. Nuestros amigos de la OEA van a arreglar todo. Tenemos los mejores fiscales de la nación: la patria está en peligro una vez más, la ola progresista de América Latina no puede terminar tan tristemente…
Poetas e intelectuales firman solicitadas y echan pestes al presidente en ejercicio, al pequeño déspota centroamericano que supo sobrevivir a fuerza de claudicaciones y decisiones abyectas que confluyeron hacia un ajuste feroz y un endurecimiento brutal de las condiciones de vida para sus compatriotas más necesitados. Los alimentos son costosísimos y los depósitos que los almacenan son vigilados por policías privadas. La ausencia del Estado es notoria en materia de educación y salud. En verdad, como resultado de los años del gobierno orteguista sólo hay unas cuantas campesinas empoderadas que quieren mojarle la oreja, sus políticas fueron ruinosas para las arcas públicas. El y sus familiares se llevaron demasiado y contribuyeron a aumentar la brecha entre pobres y ricos. Por cada familia rica hay 100.000 que se mueren de hambre en este país cafetero de lagos inmortales.
Rubén Darío se moriría de vergüenza, Augusto César Sandino lo escupiría y humillaría hasta hacerlo lagrimear. Ortega se está pasando de vivo y cada vez hay menos compatriotas que lo apoyan. El igual organiza repartijas de prebendas y bienes del estado. Por eso hay una porción importante de sandinistas que confían en su suerte, en su habilidad para zafar de situaciones horrendas. Algún dios ancestral lo protege, y encima cuenta con el aval de Diego Armando Maradona, de Maduro y Evo Morales. Con eso debería alcanzar para acallar a los bocones que quieren verlo en la picota. Igual continuarán los contadores de muertos y heridos, las denuncias ante la ONU y la Corte Penal Internacional, que demostrarán su inutilidad y oficio al servicio de los intereses trumposos que se imponen en la región. Hasta el mismo López Obrador, la gran amenaza mexicana al neoliberalismo, parece que adoptará el traicionero estilo del paralítico presidente ecuatoriano.
Sólo hay una Nicaragua y se encuentra acechada por la ola restauradora de los planes de pobreza y represión que pusieron en marcha gobiernos como los de Honduras, Guatemala, Panamá, Costa Rica, Belice y otras repúblicas caribeñas. Hasta en Cuba están craneando una nueva constitución que contempla principios de “libre mercado”. El socialismo se está muriendo a pasos agigantados. Ya no es glamouroso emocionarse con el Che Guevara. Llegó la hora de bajarse los pantalones y entregarse al amo una vez más. El neoesclavismo se expande y se planta desafiante. Ortega lo implementó y esto le trajo múltiples dolores de cabeza. Traicionar a Sandino tiene su precio: la muerte de los sueños de soberanía y la inscripción en la historia de un dictadorzuelo más. ¡Hasta la derrota, siempre!