Putin, Infantino y príncipe árabe

Ahora tienen la manija del mundo. Departieron largo durante el partido inaugural del mundial. Comentaron cómo Trump dejó plantados a sus socios de la OTAN y sus laderos más obsecuentes. Se ríen de los desplantes del yanqui y de su estilo frontal y cachivachesco. Su encuentro con Kim-Jong Un se celebró como una cumbre en la que se redujeron ciertos riesgos de confrontación atómica, considerados inminentes desde hace dos años, aunque el evento fue bastante mamarrachesco, allá en la próspera Singapur, que asombró al líder norcoreano por sus milagros tecnológicos y económicos. Un ejemplo del funcionamiento aceitado del capitalismo salvaje, en fin. Duterte vio la escena con largavistas desde alguna isla fiilipina, envidioso del protagonismo de sus bizarros colegas, que ahora parece que acaban de arreglar el mundo. Dennis Rodman viajó con la esperanza de sumarse a la cumbre pero no emitieron invitaciones para él: no hay lugar allí para basquetbolistas millonarios devenidos en filántropos estrambóticos. Después de insultarlo y humillarlo más de cien veces por Twitter, Trump apretó la mano de Kim hasta dejarlo acalorado y enrojecido, por soportar la presión llena de grasa y hamburguesa de su mano fuerte a pesar de los años dedicados a la rapiña y la expoliaición de sus compatriotas, y ahora del mundo. Según los especialistas de la prensa hegemónica, la economía de Estados Unidos marcha fenómeno, y por ello están subiendo la tasa de interés en dólares, explican los expertos. Pero éste es un razonamiento sinvergüenza: una cosa no tiene relación alguna con la otra. La suba de interés es para que el dólar no siga perdiendo competitividad con el yuan y el petro, que vienen avanzando de manera espectacular… Y dar por cierto y creíble que la economía estadounidense está sana y productiva es una falacia, fruto de creer las “fake news” de los “think tanks” del imperialismo y el neocolonialismo que se viene imponiendo en Argentina y tantos países latinoamericanos, a fuerza de muertes y ajustes estructurales, que no son otra cosa que transferencia de dinero a las élites dominantes, del arco político de la derecha o la ultraderecha.

Para el lector interesado en información valiosa, como la que siempre ponemos en el tapete de Maldita Realidad, y que quiere conocer el verdadero estado de la economía estadounidense en la era trumpista, le puede venir bien enterarse que Trump se ufana de que su mayor éxito ha sido una reforma fiscal que según el New York Times, apunta a reducir la carga impositiva de la elite gobernante oligárquica, de la cual es uno de sus representantes más conspicuos. Más aún, el periodista yanqui calificó la ley como un “saqueo del erario por parte de las empresas y los ricos, parecidas a las miles de leyes miserables y escandalosas que viene promulgando el macrismo”. Y el periódico añade: “Con apenas un voto de margen (…) el Senado aprobó un proyecto de ley fiscal que confirma que el objetivo principal de los líderes republicanos es enriquecer a la élite del país a expensas de todos los demás, incluidas las generaciones futuras que terminarán asumiendo el costo. Se espera que el proyecto de ley agregue más de 1.400 millones de millones de dólares al déficit federal (…), una deuda que pagarán los pobres y la clase media en futuros aumentos de impuestos y recortes de gastos al Medicare (servicio de salud federal), la Seguridad Social y otros programas gubernamentales. (…) Hasta 13 millones de personas podrían perder su seguro de salud porque la ley realiza un gran cambio en la Ley de Asistencia Asequible (u Obamacare)”.

La “revolución cultural conservadora” trumpista se extiende por el mundo en forma pegajosa y asqueante. Tritura los pactos sociales, mercantiliza los sentimientos y las obras de arte, promueve la legalización de la prostitución y del aborto clandestino, están metidos de cabeza en un “Gran Hermano” lobotomizante. De eso y otras yerbas hablaban el príncipe árabe, el director de la FIFA y el presidente ruso, quien antes de bajar al vestuario a felicitar a los jugadores rusos por su florida performance futbolística exclamó: ¡Menos mal que no vino el boludo de Macri!

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