Suazilandia cambia de nombre pero no de mañas
por Máximo Redondo
No hay muchas personas en América que estén al tanto de la existencia de esta pequeña nación africana, ni están enteradas, por consiguiente, de que recientemente ha cambiado de nombre, en una propuesta del rey Mswati III, único monarca absoluto del mundo y alistado como un prominente millonario por la revista Forbes. En “cadena nacional”, con motivo de su cumpleaños 50 y el aniversario de medio siglo de su independencia de Reino Unido, el rey anunció que esta ex colonia británica pasa a llamarse “Reino de eSwatini”. En realidad, Suazilandia era la traducción de eSwatini, que en lengua local significa «la tierra de los suazis«.
A quienes requieren una pizca de orientación geográfica, se les puede decir que “Suazi” (como se la llama cariñosamente para no confundirla con Suiza) se encuentra al sur de África, entre Sudáfrica y Mozambique. En sus escasos 17.363 km² viven más de un millón de habitantes (el 83,4% suazis –de la etnia bantú-, un 10 zulúes y el resto europeos aventureros.
El rey Mswati III es Jefe de Estado desde 1986. Durante el reparto de África, la población que hoy conforma este reino estaba bajo el protectorado del imperio británico. En 1968 Suazilandia declaró su independencia con Sobhuza II al frente, quien poco después, en 1973, abolió la Constitución, disolvió el Parlamento y se convirtió en rey absoluto de Suazilandia. El reinado de Sobhuza duró 60 años, uno de los más largo de la historia, y luego de estar en el poder la Reina Madre Dzeliwe y luego la Reina Ntombi, fue Mswati III, actual rey, quien fue coronado al cumplir 18 años.
Mswati, conocido como Ngwenyama o «el león», es venerado en ciertos estratos machistas por su elevado número de mujeres (cambia de esposa todos los años), y por su afición a utilizar vestimentas tradicionales de su país: esto implica andar “en bolas” en coloridas ceremonias, luciendo incluso sus tetas regordetas de macho cabrío. Hijo de Sobhuza II, quien reinó durante 82 años (no se moría más), el actual rey Mswati tiene 15 esposas oficiales, y de acuerdo con uno de sus biógrafos predilectos no logró superar a su padre, quien compartió su reinado de 82 años con 125 mujeres, todo un record Guinness múltiple. Más allá de la capacidad amatoria de sus “reyes absolutos”, en un estudio realizado por la prestigiosa consultora Bloomberg, eSwatini es el país menos saludable del mundo, entre las naciones que cuentan con más de 1 millón de habitantes.
El rey es conocido por su vida de lujos y la extravagancia de su familia, se le calculan aproximadamente 20 hijos, y son famosas sus orgías con adolescentes vírgenes. Esto no quita para que se lo considere, como buen multimillonario, como alguien muy influyente en el mundo de las finanzas. Su estilo de vida contrasta con la situación crítica que atraviesan los suazis hambrientos y raquíticos que pululan alrededor de sus palacios. En este contexto, el rey persigue, hostiga y ejecuta sin tapujos a sus detractores y a quienes considera adversarios políticos, sin que nadie le avise que “está desnudo”.
Mswati siempre se refirió a su reino como eSwatini. Y en su última alocución ante la Asamblea General de la ONU en 2017 explicó que Suazilandia se prestaba a la confusión. «Siempre que vamos afuera con mi séquito de esposas la gente se refiere a nosotros como ‘Suiza’, y nada que ver. En inglés, una cosa es Switzerland, y otra cosa muy distinta es Swaziland”.
Sin embargo, analistas y economistas suazis de barricada sostienen que el rey debería dedicarse a otros asuntos, y ofrecer indicadores económicos y sociales que reviertan la situación calamitosa de la economía del país y de la salud pública. Según estimaciones de la miama ONU, más del 60% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, con menos de un dólar diario de ingreso. La esperanza de vida apenas llega a los 49 años, y una de cada cinco personas es portadora de HIV.
Mbongeni Mningo, corresponsal de Maldita Realidad en eSwatini, pinta un panorama negro: “Acá no hay ningún tipo de libertad, todos tienen que venerar al rey, lisa y llanamente, sobarle el ánimo y hacerle creer que está haciendo bien las cosas, pero en los mercados ya no hay alimentos, en los bolsillos no hay mendrugos, en el horizonte no queda otra salida que ser un migrante subsahariano dispuesto a morir en manos de explotadores europeos que lo saquen del infierno de su país”.