¿Heroísmo de Lula en prisión?
por Máximo Redondo
La dictadura de Temer ha sido exitosa, y se agenció el show espectácular que armó O’Globo con las exposiciones de los jueces de la Corte Suprema de Brasil, que por un pelito (que no es concha) determinaron rechazar su hábeas corpus y habilitar el aprisionamiento Luiz Ignacio Da Silva, más conocido como Lula, a partir de una infame patraña urdida por el empleado de la CIA y juez Sérgio Moro, que así cumplirá de maravillas con la misión e instrucciones impartidas en Washington, a la vez que se consuma en forma divina el golpe dado a Dilma Rousseff. Además, parece que los militares brasileños están encantados con la noticia, e importantes generales defendieron en Twitter la abyecta decisión de la corte brasileña, y les ahorraremos a nuestros lectores el asco de reproducir sus tuiteos. Así cacarea ahora toda la derecha ignorante que gobierna enferma de poder y alienación, desde Trump para abajo, contando en Brasil con especímenes como el extremista Jair Bolsonaro, quien se ufana de su admiración por la dictadura y los torturadores, siendo aplaudido por la nueva ola de jóvenes de derecha, desencantados con la política y la corrupción que supuestamente emana en forma inagotable de ella.
Quedan muchas incertidumbres y problemas a afrontar. El accionar del juez Moro, tan disparatido y cuasi-mafioso como el de Bonadío en Argentina (teniendo sus réplicas y símiles en todos los países latinoamericanos) tiene la capacidad de infectar un frágil sistema democrático como el brasileño, y lograr que sea un mar de pus permanente, donde los ricos se divierten reventando el mundo y asesinando a los pobres. Para ellos son daños colaterales que caigan en la volteada miembros de tropas de elite o concejalas como Michelle Franco, una luchadora negra y lesbiana acribillada por parapoliciales a las órdenes de Temer y Bolsonaro. Por su parte, el joven Moro también tiene un par de muertitos en el currículum, y eso no lo dice nadie, ni le harán una causa penal por ello. El nuevo Brasil alineado a Estados Unidos están festejando que un eterno luchador social, la persona que cambió la historia de Brasil sacando de la pobreza a más de cuarenta millones de brasileños y brasileñas, el sindicalista obrero, metalúrgico, amante del trabajo y del crecimiento de las clases pobres y medias, el que favoreció el ingreso a la universidad de millones de brasileños que de otro modo se hubiesen dedicado a la cachaza o la delincuencia, con un gobierno de las características del actual: ladino, estúpido y mortificante.
El PT está reunido, Lula está preparando los bártulos, ya se ha asesorado con camaradas que conocen las cárceles brasileñas a la perfección, y tal vez pueda dar inicio a una auténtica revuelta desde su interior. El peligro de Brasil, en este momento, son los movimientos evangelistas y partidos religiosos que tienen dominado el pensamiento de sus semianalfabetos seguidores. La escuela pública brasileña no cumplió el sueño empancipador de Paulo Freire, muy lejos se quedó de las propuestas educativas cristianas y jesuíticas que pregonaban el amor por el semejante. Hoy los grandes medios bombardean las 24 horas casos de asaltos violentos en todos los estados del país, las fuerzas militares, policiales y parapoliciales patrullan a su antojo las calles, masacrando a quienes se les antoja sin ton ni son. La “mexicanización” de Brasil es una realidad irreversible. Así como es un país concebido a imagen y semejanza de los Estados Unidos, en cuanto a su ideología e infraestructura, la alianza narco-Gobierno-Justicia, apoyada por los militares retrógrados, ha optado por un modelo más semejante al de México, hiperrcorrupto y entregado en forma desembozada al ejercicio del terrorismo de Estado y la anulación por completo del estado de derecho. En síntesis, esto es lo que está ocurriendo, por lo menos, en casi toda Latinoamérica.