El muchacho que se rió de Santa Claus

En Baltimore vivía un muchacho.

No era la diversión de nadie.

Aunque su nombre era Jabez Dawes,
su carácter estaba lleno de defectos.

En la escuela nunca dirigió sus clases,

escondía los anteojos de leer de las damas mayores,

abría la boca cuando masticaba,

y apoyaba el codo en la mesa pegoteada.

Robaba la leche de los gatitos hambrientos,

y atravesaba las puertas que decían No Pasar.

Decía que actuaba así porque no había ningún Santa Claus.

Otro truco que le hacía gracia a Jabez

era llorar ‘buuu” a pequeños bebés.

Se peinaba los dientes, decían en el pueblo,

hacia los costados en vez de arriba y abajo.

Pero la gente le perdonaba cada pecado,

y veían sus  payasadas con una sonrisa,

hasta que Jabez Dawes les decía

‘¡No existe Santa Claus!’

Deplorando cómo se comportaba,

sus padres rápido persiguieron su tumba.

Se apuraron a través de los portales nacarados,

y Jabez se fue del funeral temprano.
Como la tos ferina, de niño a niño,

se apresuró a difundir el rumor salvaje:
‘¡Seguro como mi nombre es Jabez Dawes,

no hay ningún Santa Claus!’
Escabulléndose como una comadreja de una marta,

a través de la guardería y el jardín de infantes,

susurrando bajo a cada niño,

‘¡No hay ninguno, no lo hay!’

Los niños lloraron toda la tarde de navidad,

y Jabez chilló por su manga.

Ningún niño se atrevió a colgar su media

por miedo de su broma escabrosa

Se tumbó en su cama desordenada,

la malicia fresca danzando en su cabeza,

cuando con un hormigueo en su cuero cabelludo,

Jabez escuchó un tintineo distante,

escuchó el crujido del trineo y la pezuña,

¿qué bueno sería levantarse y trabar la puerta?
Había una lluvia de hollín en el piso.

¿Qué estaba contemplando Jabez Dawes?
¡La chimenea llena de Santa Claus!
Entonces Jabez cayó de rodillas

con gritos de ‘No’ y ‘Por favor’ aulló,

‘No sé donde lo leíste, pero de ningún modo dije eso!’
‘Jabez’ replicó el santo enojado,
‘No soy yo, eres tú que no eres.
¡Aunque hay un Santa Claus,

No hay ningún Jabez Dawes!’

Entonces Jabez dijo con entusiasmo imprudente
‘¡Oh, sí lo hay, y soy yo!
Tu magia no me asusta, para nada’
Y de pronto advirtió que no estaba

de pies sucios a cerraduras sucias,

Jabez se transformó en un Jack-en-la-caja,
un juguete horrible con resortes sin suspensión,

por siempre saliendo de su lengua.

Los vecinos oyeron su chillido triste,

lo buscaron, pero no con celo.

Ningún rastro se halló de Jabez Dawes,
lo que condujo a un atronador aplauso,
y la gente bebió una copa de amor,

y salieron y colgaron sus medias.

Todos ustedes que se burlan de Santa Claus,

tengan cuidado del destino de Jabez Dawes,
el pícaro muchacho que se burló del santo.
Donner y Blitzen lamieron su pintura.

 

Ogden Nash, traducción: Hugo Müller

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