El Alcázar
El General ahora vive en el pueblo,
tiene ochenta años, dicen,
lo verás vagando arriba y abajo del Prado cada día.
Va a cada partido de fútbol,
la campana del toro conoce su voz,
y cuando la gente corea su nombre
Moscardo debe regocijarse.
Aún lo hace, en la alegría de la ópera y la pelota,
ve una pequeña bodega lúgubre, ¿una imagen en una pared?
Un retrato de un muchaho riendo,
de dieciseis años cantantes…
Oh, ¿se dilata su corazón con alegría
o sus ojos se ensombrecen con lágrimas?
¿Y él puede escuchar a un joven anhelante hablando en el teléfono?
«¡Hola! ¿Cómo estás, papá?
Está bien, estoy solo.
Dicen que me dispararán al amanecer
si tú no das… pero no te preocupes, papá, mantente:
sabes que tenemos que ganar».
Y así le dispararon al amanecer.
Ningún vendaje irritaba sus ojos,
un muchacho solitario, tan pensativo y pálido,
hizo su sacrificio.
Vio por encima de la Ciudadela,
su bandera de glorioso vuelo, y gritando:
“¡larga vida a España!» cayó y murió como mueren los héroes.
Robert William Service, traducción: Hugo Müller