Los hijos de Buda

Por Abidharma Zerkan

No se trata de hijos de puta comunes y corrientes. Ultimamente en varios países asiáticos el budismo ha encarado encarnizadas luchas contra organizaciones islamistas, ya sean yihadistas o pacíficas y ejemplares comunidades.  Los disturbios antiislámicos crecen día a día en Sri Lanka, y en la ciudad de Kandy (que no es ningún caramelo) han lanzado granadas y prendido fuego a las viviendas de ciudadanos adoradores de Alá. Cerca de Kandy se erige el Sri Dalada Maligawa (Templo del Diente Sagrado), el lugar más sagrado del budismo local, donde se conserva un diente de Buda en un estuche de aluminio con formol. Este templo fue atacado hace 20 años durante la guerra civil por los Tigres Tamiles, guerrilla separatista conducida por Velupillai Prabhakaran.

Los atacantes de musulmanes son entrenados en artes marciales, el yoga para ellos es una práctica espiritual aburrida, que sólo sirve para caer en las redes de mujeres extranjeras opulentas. Suelen tener prácticas de autoflagelación con azotes y son vírgenes de alma y pensamiento. Los apasiona el nirvana y la antesala de la muerte. Saben que los tamiles y que las diferentes tribus islámicas están guerreando por todos lados. Se sienten militantes de un budismo nacional y popular, parte de un proyecto de país que le devolverá grandeza a la antigua Ceilán. En verdad Colón quería llegar allí, se encontró con América por casualidad y ahí comenzaron realmente problemas geopolìticos que no se pudieron destrabar hasta la actualidad.

Los fanáticos que acometieron contra los fieles a Mahoma pertenecen a la escuela Theravada, la religión mayoritaria, en la que cree el 75% de sus 22 millones de habitantes. Con la colaboración de la policía kandynera, los budistas asesinos, al mejor estilo barrabravesco, profanaron 17 mezquitas, saquearon e incendiaron 200 casas y 100 locales comerciales y destruyeron 60 vehículos, en una descarga de violencia inusitada para una religiòn que convoca tanto a la relajación y la calma.

Resulta que el fantasma del enemigo, los célebres tigres tamiles, ronda las oficinas del FBI y de los servicios de inteligencia hindúes. Ellos fueron los inventores de los chalecos explosivos, y con esa metodologìa mataron al Primer Ministro Rajiv Gandhi en 1991, al presidente de Sri Lanka Ranasinghe Premadasa en 1993 y en 2005 al Ministro de Relaciones Exteriores Lakshman Kadirgamar. Esta minoría étnica fue traìda por los británicos a la isla con la intención de esclavizarlos en sus plantaciones de café, té y caucho.

El problema del budismo radical, fanático o guerrillero, es que tiene presencia no sólo en este pequeño y encantador país, sino en Birmania (donde se está cometiendo un genocidio contra la población rohingya), Tailandia (donde hay una severa dictadura apoyada por comandos y sectas budistas de armas tomar) e Indonesia (donde los grupos islámicos han asentado sedes de famosas organizaciones terroristas). Si bien sus conflictos internos difieren sustancialmente, en las ciudades de estos países es fácil cruzarse con un budista que en vez de pregonar la paz, prefiere dedicarse a la guerra.

Dentro de Sri Lanka también se registraron ataques en Pallekele, Digana, Teldeniya y Ambaten, siendo los atacantes forasteros con el rostro cubierto y cabellos teñidos para evitar el reconocimiento de las cámaras de seguridad musulmanas.

Estos hechos han sido fomentados por el monje budista Galagoda Aththe Gnanasara, jefe de la Bodu Bala Sena (BBS) o Fuerza del poder Budista , una organización nacionalista budista cingalesa, radical, que junto a Sinhala Ravaya (el rugido de los cingaleses), y el Ravana Balaya (la fuerza de Ravana) se juramentaron en Colombo en 2014 exterminar a los musulmanes de la isla.

Algunos analistas sostienen que la bronca entre la religión budista y musulmana comenzó cuando en 2001, los talibanes destruyeron los Budas de Bāmiyān, dos colosales esculturas de Buda, talladas en las paredes de un acantilado en el valle de Bāmiyān a 230 km al noroeste de Kabul, realizadas en el siglo VI. A partir de ahí, “se pudrió el rancho”, no hubo más confraternidad, y sí matanzas espantosas de uno y otro lado. Estamos ante un conflicto candente y actual que sólo puede derivar a más genocidios y tragedia humana.

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