Gina Cheri Haspel, primera mujer (torturadora) a la cabeza de la CIA
Por Hugo Muleta
En tiempos en que se quiere reflotar la época de la guerra fría, en medio de un lío de envenenamientos entre Rusia y Reino Unido, histerias diplomáticas, sanciones económicas y juego sucio entre mafias enquistadas en las principales potencias mundiales, el caprichoso presidente yanqui eligió como directora de la CIA a la primera mujer en la historia de la central de inteligencia yanqui. Gina Cheri Haspel, que se desempeñaba como vicedirectora, pasó a ocupar el máximo cargo porque el mismo Trump le dio el cargo de Secretario de Estado al ex director, Mike Pompeo (también torturador y amante del anticomunismo), para reemplazar al plutócrata Tillerson, que no había logrado la agresividad pretendida por Trump contra Irán, Rusia y los tradicionales enemigos del imperio estadounidense, como Cuba o Venezuela. Cheri Haspel es una reputada y maquiavélica torturadora, fanática de esa área de trabajo e investigadora de métodos y resistencia humana a la misma. Se supone que gracias a ella se supo dónde estaba Bin Laden, con su consiguiente liquidación y arrojamiento al mar del cual no hay prueba alguna. Ella está siendo procesada en su país por crímenes horrendos y espeluznantes cometidos en sesiones de tortura en diversas cárceles clandestinas, entre los cuales destacan las de México, Tailandia y varias de Africa.
Cheri Haspel ingresó a la CIA en 1985, deambuló por varias sedes en todo el mundo antes de regresar a su querida nación para involucrarse en el Plan Colombia, siempre tuvo una afición particular por obtener información (no importa que sea completamente falsa o incierta) por mecanismos horrendos. Su fama de “mujer brava” creció en la fuerza y de distintas cárceles y cuarteles del mundo la convocaron para liderar y llevar adelante maratónicas sesiones de tortura, asumiendo ella encantada su función y liderazgo. Así desarrolló su carrera profesional durante 15 años hasta que recaló como jefa de la oficina de “Trucos sucios” de la CIA, donde construyó el andamiaje de interrogatorios reforzados –un eufemismo de tortura– y el programa de rendición, a través del cual la CIA trabajaba con gobiernos aliados y enviaba a sospechosos de terrorismo a cárceles clandestinas en esas naciones para poder aplicarles todo tipo de métodos de interrogación que en Estados Unidos hubieran sido ilegales (Riva Palacio, 2018).
Esta tendencia a jugar con la muerte de hombres moribundos le generó cientos de denuncias en Estados Unidos que han quedado en la nada, luego de referirle al mundo que ella participó del descubrimiento del lugar en el que se escondía el viejo Bin Laden. De hecho, el Departamento de Justicia retiró todas las acusaciones en su contra.
Por supuesto, Gina aprendió gran parte de su oficio confraternizando con sus colegas israelíes del Mossad, y se cuenta que durante su estadía en Colombia fue varias veces invitada a fiestas celebradas por el paramilitar Uribe Vélez y su familia, que siempre hicieron buenas migas con la CIA. También se cuenta que tuvo una entrevista con el geronte Etchecolatz, a quien le transmitió técnicas innovadoras para torturar defensores de derechos humanos. Stiuso y Nisman también la conocieron (en uno de sus viajes a Washington) y se llevaron un buen recuerdo de sus ojos verdes y sinceros. Cualquiera que salga de entrevistarse con Cheri Haspel lo hace contento de haber pasado un buen rato, siempre y cuando sea trumpista, y por ende, descerebrado.