Camalote
por Patricio López
Era un viernes de febrero de 2010. Mi semana laboral había sido movida, complicada. Salí del astillero en Puerto Madero, tomé el 4 hasta Constitución. Me sumergí en el subte, tomé la línea C para hacer combinación con la línea A y volver a mi departamento de Caballito.
Cuando llegué a la estación Avenida de Mayo para hacer la combinación, seguí. La línea es de sardina en lata. Continué hasta la estación Diagonal Norte para hacer combinación con la línea B, que también tiene clima de pescado enlatado para dirigirme a avenida Lacroze, donde la terminal de inicio parece una línea de subte civilizada. Llegué a Leandro N Alem, la otra estación terminal, subí y salí. Caminé desde el Luna Park hasta el embarcadero de Sturla en el puerto de Buenos Aires, entre Buquebus y Ferrylineas.
A las 18.15 subí a la lancha que sale a las 18.30. Había dos lanchas. Subí a la de mayor eslora. Ya había gente sentada adentro y en la cubierta de popa.
La lancha de 44 asientos estaba con 10 pasajeros, me senté en un asiento de babor con vistas a la ciudad. A las 18.30 vinieron más pasajeros, los que una combi trae desde distintos puntos de la capital. Una vez ubicados, algunos tuvieron que levantarse para tomar la lancha de menor eslora que terminaba en el puerto de Olivos.
A las 18.35 las lanchas salieron, una que se dirigía al Puerto de Olivos, y la otra al puerto de Tigre, con gente que transborda en Tigre en otra lancha hacia Nordelta. En la que yo estaba había gente leyendo libros, otras con notebooks. En la proa había gente festejando algún acontecimiento. El marinero empezó a cobrar y anotar el destino. Yo era de las personas que transbordaba en Tigre, en otra lancha hacia Nordelta.
Una señora tendría que haber tomado la lancha que terminaba en el Puerto de Olivos, el marinero le dijo que no podía hacer transbordo en el Río. El primer desembarque era en el muelle de Boat center de San Isidro; la señora manifestó que le quedaba incomodo ir desde San Isidro a Olivos, llamó al marido con el teléfono celular para que la pasara a buscar en lancha, preguntó la hora de llegada a San Isidro, le respondieron 19.20.
Algunos salieron a fumar. Un joven pasajero describía la arquitectura de Buenos Aires a una señora con bastón para caminar. La calidez del lugar ameritaba una lata de cerveza. Repasé mi vida, cuando tenía diez días me llevaron a vivir al delta, a ese lugar que mis abuelos maternos decidieron que era su lugar en el mundo, y que a mi, con mis cincuenta años, me resulta cómodo pensar lo mismo. Se podía ver gente navegando a vela en veleros.
La lancha llegó a las 19.20 al muelle del Boat Center, bajaron cuatro pasajeros, la señora que tendía que bajarse en el puerto de Olivos fue recibida por su marido y la llevó en lancha a su destino.
Otro lote bajó en otro muelle de un country de San Isidro. El paisaje ya era de delta con tierra de ambos lados, con abundante vegetación, con construcciones majestuosas y otras no tanto.
La lancha llegó a un muelle de Tigre que está cerca del club de remeros Hispano Argentino. Pertenecía al grupo de las personas que hacían transbordo a Nordelta, aunque bajaban en un muelle en la mitad del trayecto, Los Vecinos.
La lancha de traslado siguió al muelle de la estación fluvial. La lancha que va desde Tigre a Nordelta es de 12 pasajeros sentados, con menor eslora.
Una persona bajó en el muelle del consejo municipal, la lancha siguió y desembarqué en el muelle Los Vecinos. Llegué a las 19.50, 1 hora y 35 minutos de viaje.
Fui a hacer algunas compras en el almacén de Doña Teresa y llegué a mi casa a eso de las 22 horas. Me bañé en el Río Luján, el agua bajaba con fuerza. Fue mi Ganges, por suerte no estaba sucio, no estaba con combustible en la superficie.
Me acosté. Dormité unas horas. El sábado tenía que volver a trabajar. A las 5.30 volví a mi Ganges. A las 6.00 venia un botero que me cruzaba a tierra firme.
Estaba en el muelle Triangulo Rojo. Desde ese punto aproximadamente, ataba mi abuelo nuestra lancha Vienesa. Recordé cuando mi madre tuvo que aprender a manejar la lancha isleña de mi abuelo materno. Era una lancha de madera de 8 metros de eslora. Mi madre siempre había visto cómo manejaba la lancha mi abuelo. Era 25 de diciembre de 1964. Mi abuelo había fallecido en la tarde del 24. Pusieron el féretro de mi abuelo materno en la lancha Vienesa y mi madre lo llevó hasta el muelle del Hospital de Tigre.
El botero que me cruzaba llegó 6.15, un poco más tarde. La primera lancha de línea pasa a las 7. Me dejó en un muelle de tierra firme, caminé hasta la parada del 721 y por suerte no tuve que esperarlo, salió rápido. A las 6.50 estaba tomando el tren para ir al astillero a trabajar un sábado.