Abortos de la naturaleza
por Máximo Redondo
El debate está planteado. El PRO es un nido de conservadores reticentes que saben que tienen los votos para decirle no al aborto gratuito, seguro y libre que proclaman las feministas envalentonadas. Cambiemos quiere venderle a los argentinos que ellos son los verdaderos progresistas, que buscan defender los derechos de las clases medias. Estos los votan porque sobre todo, son concientes de que el plan de gobierno y sus medidas antipolíticas pisotearán los derechos de las clases bajas (o negros de mierda), al punto de promover y premiar su asesinato por la espalda. La moda de matar “pibes chorros” se ha instalado en casi todas las policías nacionales. No es que arrancaron de ahora, con el “vía libre” que les regaló el presidente, antes lo hacían pero con mayor disimulo y grandes posibilidades de terminar en “gayola”. Ahora saben que los defenderá un equipo de abogados de primera contratado por Pato Bullrich, quien les sigue suministrando armas y tecnología israelí para que maten en forma más segura y precisa, casi sin dejar rastros.
En las calles, los despedidos de hospitales públicos, ministerios, fabricaciones militares e institutos de tecnología, los argentinos profesionales de carreras académicas valiosas, los mineros expulsados de Río Turbio, los mapuches perseguidos, acosados y vapuleados por la Gendarmería, los docentes que ven hundirse sus salarios que ahora apenas les alcanza para aguantar los días de clase a agua y galletitas. Todos ellos protestan y manifiestan su bronca, se descargan con el hit del verano que está quedando caduco e impotente (“Mauricio Macri, la puta que te parió”). Su contenido sólo refleja un sentimiento común que no puede plasmarse en lucha y rebelión.
Pero las idas y vueltas con medidas que acaban perjudicando siempre a los trabajadores están comenzando a irritar al vulgo. Quienes están contentos son los amigotes y la familia, el “equipo de los sueños”, los CEOs nenes de mamá que están cometiendo los grandes desfalcos de sus vidas, como Triaca, Caputo, Quintana, Aguad, etc. No sólo son descarados incompetentes, son cachafaces puestos por su jefe para delinquir en conjunto. Ellos sí son una gran asociación ilícita, lo que se puede constatar por todos lados.
Y abortos de la naturaleza son el séquito de periodistas y lúmpenes-intelectuales que festejan el cinismo y el relativimo moral de la mafia de Macri en el poder. Cansado del protocolo y las ceremonias propias de una figura presidencial, Mauricio ya le ha cambiado el estilo a su liderazgo y ahora sólo brinda sentencias y mensajes propios de un capo agotado, acorralado por miles de causas de corrupción, desde Flybondi al correo, y el robo a los jubilados. Si bien se ha asegurado una impunidad que es una afrenta para la justicia humana (cooptando una Corte Suprema mamarrachesca y conformando un equipo de jueces y fiscales que obedecen todos sus caprichos para arremeter contra todo lo que huela a kirchnerismo), esto es lo que más aplauden los figurines mediáticos que se quedan impasibles ante las mentiras flagrantes que continuamente lanza el presidente y todo su entorno político.
Para dar una idea de la bajeza inhumana del gobierno que conduce Macri, anunciaron y lanzaron un plan de liberación de genocidas –entre ellos el ángel Alfredo Astiz- que ahora decidieron postergar, porque estamos muy cerca de la fecha en que se conmemora un aniversario del siniestro golpe de Estado del cual el presidente mamó todo su ideario político, sus convicciones religiosas e ideológicas, su modelo de sociedad perfecta. Más aún, habían liberado al genocida y asesino de Jorge Julio López, el comisario torturador bonaerense Etchecolatz, a quien volvieron a encerrar para serenar los ánimos de sus víctimas doblemente ultrajadas. Capaz que luego de Semana Santa será la ocasión para continuar con la novela del perdón y la premiación a los genocidas amigos, como así también a encubridores de la AMIA y otros candidatos a integrar las filas de simpatizantes del presidente. La basura y la corrupción se van apilando de manera jodida en la cumbre del poder en Argentina.