Un fonoaudiólogo por ahí

por Máximo Redondo

Pasaron dos años y todavía nadie logró sacarle a Macri la papa de la boca. Cuando uno lo escucha durante veinte segundos seguidos, enseguida la lengua le bailará y patinará discurriendo con el mismo balbuceo de infradotada que emplea su vice Michetti. Los dos comparten una inmensa ignorancia, además de una visión del país pequeña e individualista. Sus discursos no resisten análisis, o son redactados por las huestes de Marcos Peña o son la prueba palmaria de que la riqueza es una enfermedad no contagiosa cultivada por enanos mentales.

Pasaron más de dos años, un fuerte empobrecimiento de las mayorías, un incremento acelerado de la desocupación y un sostenido aniquilamiento del aparato industrial argentino. Hubo muertos y presos, crímenes y abusos, jodas de genocidas y derroche de basura cultural en los medios de comunicación hegemónicos. Y tampoco mellaron su ejercicio del poder al estilo “hacendado” de la época del Zorro. Guy Williams quiere resucitar para darle su merecido, si bien su villanía se ha comparado con la del señor Burns, intendente de Springfield en los Simpsons, más aplicable a sus mandatos como Jefe de Gobierno porteño, caracterizados por el despilfarro, la corrupción y una severa artrosis de los recursos municipales.

Como presidente sus logros fueron: robo a los jubilados, persecusión a los indígenas, ninguneo a los familiares de las víctimas del ARA San Juan, abusos tremendos con los aumentos de tarifas y anulación de paritarias, millonarios negocios espurios para sus amigos y parientes, endeudamiento eterno para las futuras generaciones de argentinos, represión a organizaciones sociales, enajenación del peronismo y de todo “el arco opositor”, acomodo de toda la información y comunicación del país a los intereses del grupo Clarín, vejaciones humillantes a organismos de derechos humanos. En eso consistió su gestión de gobierno “exitosa” que cada vez que puede sale a venderle al mundo como si fuera un estadista destacable. Campeón de la hipocresía y la bajeza moral, continúa realizando estas hazañas (y otras parecidas) sin que a un fonoaudiólogo se le mueva un pelo: la papa persiste en ese buche infecto de ricachón empedernido.

Ahora le toca anunciar las medidas que le impuso el FMI y los buitres que lo “bancan” para que siga con su timba financiera y su “fiesta para pocos”. Cree que las patas de su propuesta son sólidas, que la prensa encubrirá siempre sus delitos, que la Corte Suprema jamás osará dictaminar en su contra por sus cientos de estafas y especialidades de “cuello blanco”, que la gorda Carrió o el gordo Lanata lo apoyarán en las circunstancias más extremas, que llegado el caso tiene un helicóptero y fuerzas de seguridad israelíes que lo protegerán y lo pondrán a salvo de la furia y el escarmiento del pueblo que andan prometiendo Moyano y Barrionuevo.

El inconveniente fonoaudiológico parece irrelevante en la disputa política pero no lo es. Trasciende cultural y socialmente, refleja que Argentina está siendo gobernada por un patrón tan estúpido como el rey que se desnuda porque nadie se atreve a decirle que su desnudez ofende la vista humana. No es necesario gastar saliva en denostarlo intelectualmente, él mismo se hunde en abismos y cataratas de felicidad new age programada, frases de autoayuda duranbarbescas que espantan por su impúdico cinismo, y por su simplicidad, su capacidad de ser entendidas por la primera dama o por su hija Antonia. La papa en la boca demuestra además su condición de cheto irremediable, de “nené de papá” que sólo se mandó cagadas con sus empresas y que jamás trabajo pero que superó el gran desafío de convertirse en presidente de Argentina. Un fonoaudiólogo por ahí, ¡por el amor de Dios!

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