Mujeres hambrientas mueren pisoteadas en un reparto “humanitario” de alimentos en Marruecos
por Hassan Abdelhamid, corresponsal en Rabat
Marruecos es un país que se destaca por su rol inexistente en el concierto de las naciones. Ni siquiera ha lucido como lacayo o lustrabotas de Francia o España, siendo gobernado a lo largo de su historia por una casta de nobles que durante siglos vienen aplicando políticas neomedievales que han dejado al país en un estado de pobreza y desolación apremiante, dándose el lujo a la vez de ser ellos opresores del pueblo saharaui. Lo cierto es que la mayoría de las noticias que arriban del país norafricano suelen ilustrar el estado de postración material y degradación humana en que vive la mayor parte de su población, manifestándose los oprimidos en tibias primaveras árabes que son fácilmente disueltas por la policía del rey.
El suceso ocurrió el domingo en la aldea Sidi Boulalam, en la provincia sureña de Essaouira, 150 kilómetros al suroeste de Casablanca. Más allá de que el país se está viendo afectado por una sequía extrema, se ha desencadenado una crisis económica que además de generar un brusco ascenso de los precios de los alimentos, parece que tuvo su repercusión suscitando una avalancha y posterior estampida ante el anuncio de un reparto de comida, el cual dejó hasta el presente el saldo de 18 mujeres muertas y 48 heridos (entre ellos ancianos, niños e incluso un bebé que está al borde de la muerte). El evento había sido organizado por un acaudalado religioso llamado Abdelkabir Hadadi, amigo del mismísimo rey, que tenía aspiraciones políticas y ahora se encuentra prófugo de la justicia.
El hipócrita Mohammed VI declaró que se hará cargo de los gastos del funeral y entierro de las víctimas fatales y de la atención física y psicológica de los heridos (además de disponer de dos helicópteros para evacuarlos y depositarlos en el Hospital Universitario de Marrakesch, donde ya han comenzado a recuperarse con fuertes dosis de cannabis índico).
Llegamos en tren a un pueblo arruinado en medio del desierto, y cuando estábamos recorriendo la zona Maldita Realidad se topó con un testigo que, luego de llorar durante más de dos horas, dijo con toda seriedad: “Mi prima fue al reparto y está desaparecida. En su último mensaje de whatsup me dijo que no tenían ni agua para beber, que estaban en una situación desesperante. Ella había ido con una canasta para llevar algo a su casa, un poco de aceite, azúcar y harina, que creo era eso solo lo que repartían. Aún no tenemos noticias, se perdió el teléfono de ella. Además denunciaron que dos jóvenes fueron violadas en el tumulto. Estoy muy mal y ruego a Dios que castigue de una vez la falta de misericordia y escrúpulos de nuestro rey”.
Un anciano que pudo rescatar su ración y alabó la bondad del “distribuidor” aseguró que unos forajidos entraron en tromba como barrabravas, arrojándose sobre la gente y aplastando sus cuerpos y cabezas. Este episodio revela el estado de pobreza estructural y multidimensional existente en distintas zonas rurales de Marruecos, ocasionado básicamente por las políticas neomedievales del rey.