Neoliberalismo Siglo XXI o sadomasoquismo ciudadano

por Leila Soto

“Noche de Wetripantu.

Un nuevo orden perdura en las cosas.

La memoria recupera el silencio

anterior a la palabra”.

Bernardo Colipán

No hay teórico, militante, filósofo o religión que “explique” en su totalidad el éxito de un sistema económico que hegemoniza las conciencias ciudadanas de la manera en que lo hace el neoliberalismo en la actualidad.

Se puede recurrir a fuentes confiables de la modernidad que dan cuenta de algunos de los aspectos del rompecabezas pero no de su totalidad: Marx, Gramsci, McLuhan, Chomsky. Cada uno tendrá a su grupo de intelectuales que de alguna manera, construyen un sentido que, aunque repugnante parece coincidir con las formas en que el sistema funciona. Fundamentalmente: a quiénes beneficia y a quiénes perjudica. Luego tendremos a aquellos portavoces de “realidades y contextos” que necesitan no sólo de un bagaje teórico, sino también de una capacidad expresiva artística. Con la sensibilidad necesaria para empatizar con las causas justas. Así poetas como Nicolás Guillen, autores como Eduardo Galeano o Bertrand Russell son capaces de encender convicciones sobre soberanía, libertad o derechos humanos. De forma más individual, podemos tener docentes que inspiran como Paulo Freire o madres semialfabetizadas que son capaces de leer a sus hijos La cabaña del tio Tom como opción para compartir una experiencia ética.  Probablemente no por opción ideológica certera, pero quizás como la única literatura a su alcance con posibilidades de plantear una humanidad comprometida y solidaria.

Ahora bien, el retroceso en términos de conquistas sociales que el mundo padece es muy difícil de explicar. Es posible pensar que, de una manera perversa, se trata de un sistema que es hábil en desarrollar un gusto sadomasoquista por la frustración y la violencia.

La tarea cotidiana de ver trabajadores que caen en la indigencia, pero al mismo tiempo, no pueden diferenciar entre la basura de la que comen y aquella que votan o miran encandilados por TV. Empresarios que se subieron al carro de la crítica a las medidas económicas y hoy están con el culo a dos manos. Qué se puede decir de docentes y policías, los esclavos que anestesian cualquer sensibilidad social con bulliyng institucional. Porque un guardapolvo, aunque no protege de la inflación ni la pauperización, legitima a desclasados, lúmpenes cuya diversión oscila entre ver a Tinelli o humillar a los más pobres alumnos y/o padres. Policías que apenas saben hablar o conducir pero tienen un arma.

Qué se puede decir del clase-mediero amante de las compras inútiles como un Iphone para chatear con los gordos del barrio. El guión de vida que diseña el sistema capitalista parece inspirado en novelas de Stephen King o en algún guionista de los Simpson. No es necesario preguntar por qué o cómo el brutal impacto de las politicas económicas no cambia el humor del electorado. Habrá abundante literatura que consumir al respecto. Pero el Deja Vú menemista es inevitable. La historia no parece repetirse sino regurgitarse. Ya se sabe que el exceso de liberalismo o neoliberalismo termina en un vómito horrible de violencia y crisis.

El factor más preocupante no son las nuevas derechas en sí mismas. Conjunto más o menos homogéneo de imbéciles con educación cara y pretensiones gangsteriles que tienen su momento y oportunidad. Lo preocupante es el enorme poder mediático para provocar estas miserias. El alimento de la cultura global es insípido pero efectivo. Como la comida chatarra, puede generar adicción, satisfacción y/o muerte. Como zombies que comen cerebros, las personas transitan por espacios culturales masificados, cantando el tema de moda, mirando el videito viral o consumiendo cualquier porquería que tenga el sello de una multinacional. El cerebro racional y crítico carcomido termina siendo el propio.

Moldea a los seres humanos para hacerlos más sensibles hacia las mascotas que hacia otros seres humanos. Estúpidamente individualista, pero con una psicología de masas esquizofrénica y muy violenta. Hace un par de años la “moda” de los linchamientos que la campaña por la “inseguridad” acunó ya les daba un peligroso lugar. Hoy se los ve orgullosos de encarcelar y reprimir líderes sociales, haciendo de la persecución judicial la mayor de sus armas. La derecha ha venido a fidelizar ese grupo que lo banca en todas y que no fue engañado sino más bien, sorpresivamente recompensado. Sobre todo en reconocimiento, los primeros guiños fueron para los amantes de la dictadura, represores, amigos de represores, empresarios cómplices de represores. Los mensajes conciliadores y amables de campaña fueron virando a posiciones cada vez más desafiantes en términos de intolerancia y represión. Cuando esta derecha “amarilla felicidad” comienza a gobernar a nivel nacional despliega su estrategia de confrontación y fidelización de su votante fiel. Del facho argentino, hijo de la educación liberal sarmientina, intolerante, conservador, amantes de un pasado idealizado por medios como La Nación. A los herederos de Mitre o de Saguier o de la caterva de accionistas y CEOs que dirigen, no les da vergüenza estigmatizar mapuches, bolivianos, pobres o jóvenes. A más de 100 años de su fundación siguen teniendo la misma lectura genocida de la conquista del desierto. Ni que hablar del genocidio dictatorial. El cruel asesinato de Ezequiel Demonty en el 2002 nunca tuvo repercusión mediática, tampoco las denuncias en 2016 a los prefectos que torturaron a dos chicos en la Villa Zabaleta. El tratamiento del caso Maldonado podría ser un leading case de “cómo bancar a un gobierno violento”. Si el INADI quisiera trabajar, sólo tendría que pesquisar los comentarios en los foros de La Nación. Esto en Alemania no pasa. Pero pasa mucho en Mexico, en Colombia, en Brasil. Sólo un puñado de Estados americanos se resiste al neocolonialismo cipayo. El resto no tiene ningún problema en regalar sus recursos a cualquier multinacional o empresario ricachón como Benetton o Lewis. El desprecio a los pueblos originarios es un acto suicida para los  Estados neoiliberales. Agotan su legitimidad con cada acto de violencia. Su única ventaja es la condición catatónica de la población zombie. No existen vacunas para combatirlos (de existir, ellos tendrían la patente). Pero existen resistencias. Refugios humanizantes donde construir nuevas legitimidades y por sobre todas las cosas, exorcizar el mal que todos llevamos a cuestas: el capitalismo.  Zombies del mundo: ¡uníos y marichiweu! (venceremos).

La llave que nadie ha perdido

La poesía no sirve para nada, me dicen,

y en el bosque los árboles se acarician

con sus raíces azules y agitan sus ramas

al aire, saludando como pájaros la Cruz del Sur.

La poesía es el hondo susurro de los asesinados,

el rumor de hojas en el otoño, la tristeza

por el muchacho que conserva la lengua

pero ha perdido el alma.

La poesía, la poesía, es un gesto, el paisaje

tus ojos y mis ojos, muchacha, oídos, corazón

la misma música. Y no digo más, porque

nadie encontrará la llave que nadie ha perdido.

Y poesía es el canto de mis antepasados

el día de invierno que arde y apaga

esta melancolía tan personal.

Elicura Chihuailaf

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