Huracanas y terremotos: moda nuclear-apocalíptica
por Máximo Redondo
Parece mentira que la humanidad haya llegado al año 2017 del nacimiento de Jesucristo. Tantas guerras, tanta destrucción, vaticinios de choques de asteroides, amenazas de extraterrestres más inteligentes que el hombre, la simple codicia y estupidez del ser humano ya debería haber desembocado en el autoaniquilamiento. Los predicadores y nigromantes dicen estar seguros de que el final está cerca, incluso se comenta que pasado mañana se acabará todo, pero lamentablemente desde Maldita Realidad tenemos que informar que la vida continuará. Parece que lo de Kim Jong Un se queda todo en una cháchara inconsistente, al igual que las amenazas de Trump que ya se arrogó el tìtulo de emperador del mundo. En este conflicto pareciera que la manija la tienen los rusos y los chinos. Los japoneses están cagados mientras misiles inofensivos vuelan sobre sus cabezas. Corea del Sur está en estado de permanente alarma e histeria; sin embargo la aparatología nuclear del líder norcoreano aún no ha acertado ni matado a ninguna persona. Y la civilización occidental que no respira tranquila por el amarillismo y las falsas expectativas de medios de comunicación que no aciertan ningún análisis político.
Temporada de huracanes de máxima categoría en el Caribe que, sin embargo, dejan un magro saldo de muertos. A lo sumo, se queda sin electricidad a Puerto Rico, que ya estaba desahuciado antes de cualquier hecatombe. Cuba fue arrasada y sin embargo los viejos revolucionarios intentan reponerse. Venezuela es acosada y saqueda, asfixiada y víctima de bullying de la derecha internacional, y a pesar de ello resiste en un estado de soledad y aturdimiento, yendo adelante con el bolivarianismo madurista. ¡Bravo por el presidente venezolano y su heroico estoicismo! El terremoto en México que es aprovechado por Peña Nieto para venderle al mundo que el pueblo mexicano es solidario y está despierto. ¡Patrañas! A pesar del elevado grado en la escala Richter los daños son una vergüenza. Niños atrapados entre los escombros, salvados por héroes rescatistas; el pueblo dispuesto a afrontar el hundimiento de una ciudad (y de un país) que simpatiza con el chile y la violencia narco, el pop asqueroso y la ostentación de los hacendados y alcaldes que se dedican a matar estudiantes y hacer fiestas opíparas que si terminan con algún muerto, mejor. Y con todo ello, el país está vivito y coleando y no se avizora en el horizonte la venganza de Cuautémoc o de Pancho Villa, sino más siglos de sometimiento y enajenación.
Lo cierto, y notable, es que a un mes de haber arrancado la temporada récord de huracanes y terremotos, los pueblos continúan creyendo en Cristo y en las palabras consoladoras de Francisco. Haití sigue firme con su población diezmada y hambrienta, pero entonando spirituals y cantos vudú. Los zombis pasean por sus calles, en el único escenario verdaderamente apocalíptico que se puede hallar en la Tierra. Se puede visitar el país para captar la sensación de un final inminente, pero el nuevo gobierno ha dispuesto la creación de un nuevo ejército para mantener la seguridad de los extranjeros que van a hacer negocios. El capitalismo sigue sediente de cerebros y carne humana, tiene paño para explotar mucho más, y proyectos bélicos y nucleares por doquier.
La guerra entre Pakistán e India no se arma. Bashar Al Asad resiste y con el apoyo de Putin está por recuperar toda Siria. Irán sigue creciendo y desarrollando su programa nuclear ante la preocupación de Israel y Estados Unidos, pero se sabe que las cosas no se terminarán de pudrir. El golpista Temer sigue con sus reformas esclavistas en Brasil. El delincuente de cuello blanco Macri avanza con su pseudo-dictadura totalitaria en Argentina. La crisis económica y financiera de Estados Unidos –sumada a las matanzas de negros y la reaparición del Ku Klux Klan- no reavivan la llama de la Guerra de Secesión, ni siquiera teniendo a un imbécil completo de presidente que intenta resucitarla. Así están las cosas en la tierra: los hechos parecieran converger hacia una destrucción inminente pero se trata sólo de un espejismo, de una moda nuclear-apocalíptica que, parece, vino para quedarse por lo menos otros 2.000 años. Jesucristo puede dormir tranquilo, su legado está firme. Cuando todo parece crujir en la civilización occidental (ja, hasta Cataluña quiere liberarse de España) y aunque Internet colapse y comiencen a lanzarse misiles o bombas más efectivos, hasta que empiecen a concretarse atentados más monstruosos, todo continuará en una letanía fatal e infinita, las personas aleladas o miedosas de los desastres naturales, indiferentes a los desastres cometidos por el hombre en nombre del capitalismo –o neoliberalismo- global.