Casa Fantasma
Vivo en una casa solitaria que se desvaneció bastante el último verano,
y no dejó otro rastro que las paredes de la bodega,
y una bodega donde cae la luz del día
y donde crecen las frambuesas salvajes manchadas de púrpura.
El árbol de la huerta creció hasta un bosquecillo
de nueva madera y vieja allí donde el pájaro carpintero picotea;
el sendero que conduce al pozo está sanado.
Vivo con un extraño dolor del corazón,
en aquella morada desvanecida ahí tan apartada,
en aquel olvidado e inutilizado camino
que ya no tiene un baño de polvo para el sapo.
Viene la noche, los murciélagos negros tambalean y se precipitan;
La lechuza acude para gritar
y silenciar y cloquear y revolotear:
lo escucho comenzado desde bien lejos
henchido una vez para declamar con su voz
antes de que llegue a pronunciar un sonido.
Es bajo la pequeña, oscura estrella de verano.
No sé quién es esta gente callada
que comparten comigo el lugar oscuro,
aquellas piedras bajo el árbol de ramas bajas
sin dudas cargan nombres que los musgos estropean.
Son gente incansable, pero lentos y tristes,
salvo dos que se mantienen cerca, un chico y una chica,
sin nada entre ellos que haya cantado alguna vez,
y aún, en vista de cuántas cosas,
tan dulces compañeros como pudieron haber sido.
Robert Frost, traducción de HM