Turismo nuclear en playas de Fukushima
por Máximo Redondo
Aunque los científicos no se han puesto de acuerdo sobre sus consecuencias e impacto, y más allá de que se lo considera el mayor desastre nuclear del siglo XXI, la tenacidad y tecnología japonesas parecen haber logrado otro milagro. Seis años después del terremoto que derivó en una sucesión de eventos catastróficos en la central nuclear de Fukushima el 11 de marzo de 2011, viéndose afectada la totalidad de sus reactores, se lanzó la temporada veraniega en la playa Usniso, ubicada en la localidad japonesa de Iwaki, que continúa siendo una de las preferidas de los japoneses, y que convoca a miles de turistas.
Al momento del desastre, los servicios sociales y de seguridad de la zona evacuaron a los pobladores y fueron a luchar contra la radiación, que es lo mismo que asegurarse una muerte por cáncer o por un método ideado por Putin (no se puede olvidar que los japoneses fueron muy crueles con los rusos en el pasado, y con todos los pueblos a los que sometieron). Valientemente, afrontaron las derivaciones de la “limpieza”, las implicancias de la liberación de MOX (uranio + plutonio). Al principio, se intentó inyectar agua marina y ácido bórico en los reactores más conservados, y se suministró yoduro de potasio a la población. Los principales elementos radiactivos vertidos fueron yodo-131, cesio-137 y cesio-134, los cuales tienen un período de 30 años de semidesintegración, lo que en otros términos se puede decir que “estamos en el horno”.
Y bueno, el calor tiene que acompañar. El tratamiento y actividades para controlar a los reactores continúan su curso, y lentamente se han logrado disipar los efectos del tremendo accidente. No se puede soslayar que los nipones tienen experiencia en esto de soportar calamidades nucleares, y resurgir de sus cenizas, planes Marshall mediante. Bien yanquizados, adoran la filosofía imperial, la magnificencia de sus obras. ¡Y vaya si ésta no es una obra! Los primeros bañistas se lanzaron al mar seguros de que los elementos radiactivos ya viajaron por todo el océano hasta tocar San Francisco, cuando se encuentran sofocados por toneladas de basura plástica. Concientes de que si se la respeta la naturaleza siempre recompone su abismal poderío, y viendo que el agua tenía un azul pacífico envolvente, nadaron felices y chapotearon con sus críos. Se hizo la ceremonia del “hula hula” y se sacaron fotos para enseñarle al mundo que, como dice Mauricio, como decía Obama, y como plantean miles de evangelistas truchos y libros de autoayuda: “sí se puede”. Por eso, recomendamos a nuestros lectores que gustan de las experiencias innovadoras y extremas, cautivantes por su osadía, y que cuentan con el ciego deseo de inmiscuirse en situaciones temerarias, consultar en su agenda de turismo preferida cuánto está el pasaje y la estadía en la playa de Usuiso o aledaños, y se harán un viaje nuclear de novela, más o menos como ir a Haití a testimoniar los daños eternos del terremoto de 2010.