Amor y una pregunta

Un extraño vino a la puerta a la tarde

y habló el justo novio.

Llevaba un bastón verde y blanco en su mano

y como toda carga, cuidado.

Preguntó más con los ojos que con los labios

por un refugio para la noche,

giró y miró hacia el camino dejado atrás sin una ventana con luz.

 

El novio se adelantó en el porche con ‘veamos el cielo

y preguntemos cómo será la noche,

el extraño, tú y yo’.

Las hojas de madreselva se esparcían por el césped,

los frutos de la madreselva eran azules,

otoño, sí, el invierno estaba en el viento;

‘extraño, me hubiese gustado saberlo’.

Adentro, la novia sola en la oscuridad

se inclinaba sobre el fuego abierto,

su rostro rosa-rojo con el carbón ardiente

y el pensamiento del deseo del corazón.

 

El novio miró al camino pesado pero la miró a ella adentro,

y deseó su corazón en una caja de oro, abrochada con una horquilla de plata.
El novio pensó en lo poco que tenía para dar,

un montón de pan, un bolso,

un corazón que reza por el pobre de Dios,
y para el rico una maldición;

pero fuera o no que se cuestionara a un hombre
para estropear el amor de dos
por albergar la tristeza en la casa nupcial,

el novio deseó haberlo sabido.

 

poema de Robert Frost, traduce Hugo Müller

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