No para conservar
Lo enviaron de vuelta a ella. La carta vino diciendo… y ella podía tenerlo.
Y antes podía estar segura de que no había una enfermedad oculta
bajo la escritura formal, él estaba en su lugar, viviendo.
Lo devolvieron a ella vivo. ¿De qué otro modo?
No son conocidos para enviar al muerto y no desfigurarlo visiblemente.
¿Su rostro?, ¿sus manos? Ella tenía que verlo y preguntar
«¿Qué fue eso, querido?» Y ella había dado todo
y aún tenía todo lo que tenían ellos, ¡la suertuda!
¿No estaba ahora satisfecha? Todo parecía conquistado,
y todo el resto para ellos con facilidad permisible.
Ella tenía que preguntar «¿Cómo fue eso, querido?»
«Suficiente» pero no bastante. Una bala tras otra,
alto en el pecho. Nada excepto lo que un buen cuidado
y medicina y descanso, y tú una semana
podrían curarme para ir de nuevo».
La misma severa entrega para hacer suficiente para los dos.
Ella no se atrevió a más que preguntarle con sus ojos
cómo estaba para un segundo juicio.
Y con sus ojos él le pidió que no pregunte.
Lo habían devuelto a ella, pero no para conservar.
autor: Robert Frost, traductor: Hugo Müller