El desvanecimiento rojo
de Robert Frost, traducido por HM
A él le han dicho que sería el último hombre rojo en acción.
Y al molinero le dijeron que se reiría, si desea llamar risa a un sonido como ese.
Pero no le dieron a nadie más licencia de reídor.
Por lo pronto se puso grave como si dijera
‘el negocio de quién, si lo tomo yo el negocio de quién-
¿pero por qué hablar alrededor del granero?
Cuando sólo es que me mantengo teniendo una cosa para hacer’.
No puede darse vuelta y verlo como lo vio antes.
Es una historia demasiado larga para entrar en ella ahora.
Tienes que haber estado allí y vivirla.
Ellos y tú no lo verían como una cuestión
de quién la comenzó entre las dos razas.
Alguna exclamación gutural de sorpresa
que el hombre rojo dio al vomitar cerca del molino,
sobre el ruido arrollador de la piedra del molino,
el molinero asqueado físicamente mientras se acerca
alguien que no tenía derecho a ser escuchado.
‘Ven, John’ dijo, ‘¿quieres ver la pinta de rueda?’
Lo llevó debajo de una viga apretada y le mostró,
a través de un agujero de hombre en el piso
el agua en desesperados estrechos como pez frenético,
salmón y esturión, latigando con sus colas.
Luego cerró la puerta-trampa con un timbre
que resonaba incluso por encima del ruido general,
y subió las escaleras solo, y dio aquella risa,
y dijo algo a un hombre con un saco de comida
que éste no comprendió entonces.
Oh, sí, le mostró a John que el pozo de rueda estaba perfecto.