Dilema
Nunca he estado satisfecho o triste
de que hubiera una cosa tan mala.
Tenía que estar, lo entendí,
para que pudiera haber algo bueno.
Fue contrastando aquel bien y mal tanto como duraron.
Esa es la causa por la cual la discriminación reina.
Esa es la causa por la cual necesitamos un montón de cerebros
aunque fuera sólo para discriminar entre qué amar y qué odiar.
Para citar al oráculo de Delphi,
ama a tu vecino como a ti mismo, sí,
y ódialo como te odias a ti mismo.
Ahí entonces el dilema está en su punto máximo.
Aprendimos del fruto prohibido
que los sesos no tienen sustituto.
‘A menos que sean mollejas’ sugieres
con reticencia detesto.
Me llevaste para confesar en tinta:
una vez fui lo suficiente loco para pensar
que los sesos y las mollejas eran lo mismo,
hasta que fui atrapado y puesto en vergüenza,
primero por un carnicero, luego un cocinero,
luego por un libro científico.
Pero fue haciendo mollejas que pasé con un coeficiente intelectual tan alto.
de Robert Frost, traducción de HM