La paz kabulera

(Agencia Maldita Realidad)

No acababa de concluir la nota sobre el atentado del último miércoles en el “barrio diplomático” de Kabul, que me desayuno con la novedad de un nuevo atentado, menos cruento que el anterior pero no por ello, revelador de que las cosas en Afganistán están horriblemente mal y que viene atravesando una maldita realidad desde la guerra con los soviéticos, agudizándose su carácter maldito desde el arribo de los yanquis al terreno.

El conteo del atentado del miércoles deja por ahora un saldo de más de 100 muertos y 500 heridos, obra de un conductor suicida que arremetió en la plaza Zanbaq con un camión cisterna cargado con 1.500 kilos de explosivos. Exactamente, en el epicentro de la zona verde de la capital afgana, el sitio quizás más vigilado del mundo, donde viven los únicos habitantes del país que no padecen la guerra: altos funcionarios del gobierno, empresarios y ejecutivos de compañías extranjeras. Obviamente como ocurre en estos casos, se ha endilgado el hecho a la red Haqqani, un grupo muy próximo a los talibantes, financiado por la CIA, que además de deciarse al terrorismo tiene altas cuotas de mercado estadounidense en la exportación de opio y heroína.

El mayor daño lo sufrió la embajada alemana, donde murieron dos funcionarios, pero recibieron severos daños también las embajas de Francia, Japón, Turquía, Emiratos Arabes Unidos, India y Bulgaria. Merkel se vio obligada a cancelar el vuelo de cientos de afganos a quienes se iba a expulsar de su territorio.

-¡Qué macana! –le dijo a su canciller, justo ahora se enquilomba Kabul.

Con los servicios sanitarios y sociales colapsados y declarados en emergencia, la situación se viene degradando desde hace rato. Evidentemente, la nueva policía y el ejército afgano armados y entrenados por Estados Unidos, han sido infiltrado por la “inteligencia” terrorista, que a nuestro juicio, es la misma que mueve a los ejércitos y cuerpos de policías. Son varios los episodios donde un infiltrado logra no sólo asesinar militares sino robar armamento delante de sus ojos.  Y eso, a pesar de que se está hablando de una ciudad sitiada, donde hay barreras infranqueables, controles móviles, check points, perímetros de seguridad, zonas restringidas, detectores de explosivos, cámaras de vigilancia por doquier, seguridad privada “de la buena”, centenares de agentes de inteligencia, bunkers y laberintos de evacuación: son demasiados elementos para que un ñato haga semejante atentado.

El costo humano de la guerra estadounidense en Afganistán es escalofriante, superando el millón de muertos, millones de desplazados, destrucción generalizada de la sociedad. Y los talibanes, que siguen demostrando su fuerza, más allá de la “Madre de todas las Bombas”, lanzada por Trump, que si bien se ufanó de haber acabado con 94 combatientes del Estado islámico, pronto lo llegó la respuesta “del talibán”, con este atentado, el de ayer, la matanza de 500 soldados afganos, y los actos terroristas planificados para la semana que viene. Entretanto, el cultivo de opio florece en las regiones controladas por “el talibán”: Helmand, Kandahar, Uruzgan y Zabul, calculándose actualmente que el 80% de la heroína mundial procede del opio afgano.

 

Por otro lado, parece que la cantidad de muertos civiles que está entregando el pueblo afgano al capricho estadounidense, y el lanzamiento obsceno de la “madre de todas las bombas”, han caído mal en la clase dirigente afgana (no talibán, recuérdese que los talibantes por ahora sólo controlan el 40% del país). Ahora decimos desde Maldita Realidad, si se juntan los taliban con los no taliban, seguramente le darán una paliza a Estados Unidos que la de Vietnam quedará más chiquita que el pene de don Aldo.

 

Por su parte, lo que se sabe del atentado de ayer es que fueron varias explosiones que se produjeron durante el funeral de una víctima de los enfrentamientos entre la policía afgana y guarimberos que solicitaban la renuncia del presidente Ashaf Ghani, pidiendo “seguridad, seguridad, seguridad” como reclaman los vecinos de cualquier barrio argentino. Allí murieron cuatro ciudadanos afganos, y en el funeral el saldo provisional es de 23 muertos y 19 heridos, lo que demuestra que cada vez es más probable morir en Kabul, al menos hasta que los talibanes se adueñan de la ciudad, impongan su ley y escupan sobre cadáveres estadounidenses.

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