La mesa de los tiempos

A más de la mitad del camino atravesado

había una fuente con un vaso de vidrio roto,

y aunque estuviera o no borracho el granjero

seguramente su yegua estaba observando el lugar,

apretando la rueda en una barra de agua,

moviendo su frente con una estrella

y forzando sus costillas por un suspiro monstruoso,

el cual haría responder al granjero,

“Un suspiro por cada respiración,

y para cada suspiro una muerte.

Eso es lo que siempre le digo a mi esposa,

es la mesa de multiplicación de la vida”.

El dicho puede ser siempre tan cierto,

pero es sólo la clase de cosas que ni tú

ni yo ni nadie debería decir,

a menos que nuestro propósito sea hacer daño,

y ahora sé que no hay mejor modo

de cerrar un camino, abandonar una granja,

reducir los nacimientos de la raza humana

y traer de vuelta a la naturaleza en lugar de la gente.

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