Buenas horas

En mi caminata de tarde invernal

no tenía a nadie con quien conversar

pero tenía las cabañas en fila

con sus ojos brillantes de nieve.

Y pensé que tenía a la gente en mi interior:

tenía el sonido de un violín,

tenía una mirada a través de cordones de cortinas

de formas y rostros juveniles.

Tenía aquella compañía a punto de partir.

Continué hasta que no había más cabañas.

Me volví arrepentido, pero de regreso

sólo vi ventanas oscuras.
Sobre la nieve mis pies crujientes

perturbaban la siesta del pueblo como una profanación,

a tu partida, a las diez de una víspera de invierno.

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