XXIX. La reincidencia del Negro Sombra

Sombra estaba purgando su condena con un viaje revelador. Su reinserción social y laboral estaba asegurada. Le solicitó permiso al rector para hacer una excursión primero por barrios coquetos de Madrid para distraerse un rato del Ocio y la Desocupación.

-Voy solo, una vueltita y nos encontramos en un par de horas.

Los académicos españoles se pusieron a silbar con las manos en los bolsillos.

-¿Vos lo querés acompañar? –preguntó Carlos a Ariel.

-No, prefiero hacer la recorrida con nuestros colegas.

Enseguida Sombra se vinculó con desocupados y delincuentes españoles que moraban en Carabanchel alto. Con ellos salió de paseo y a asaltar a unos jóvenes turistas sajones. Mientras se dirigían a la parte más alta del parque Aluche, ascendiendo rumbo al sur, contemplaron a los habitantes de las viviendas que flanquean el parque entregados a diversos esparcimientos: fumar haschish, pasear perros, correr, jugar a los naipes o al chito. Se dirigieron después al Corral de la Pacheca, donde concretaron el asalto, siendo las víctimas tres chicas inglesas que alucinaron con el porte de macho argentino del Negro, no oponiendo resistencia a su pistola policial de nueve milímetros.

En el retorno a Carabanchel para dividir el dinero y festejar con pasta europea, pararon en una gasolinera llena de inmigrantes polacos. Allí se aprovisionaron de cervezas y cigarrillos, lanzándole guarangadas a las jóvenes y dignas cajeras. Salieron a toda velocidad, atravesando los espacios ajardinados por los cuales es posible aproximarse al parque de las Cruces. Sombra se sentía fuerte y contento como en su juventud. Los diez años pasados en la cárcel de Ezeiza sólo habían tonificado su ánimo. Satisfecho con su golpe y los nuevos amigos que estaba haciendo en el Viejo Continente, el representante de la Universidad de Ocio y Desocupación de Argentina llamó a sus compañeros y le preguntó al rector en qué bar estaban.

-Venite al Anticafé.

La tonada de los argentinos embelesaba a los parroquianos y a los académicos españoles, la charla e ingesta de alcohol se prolongó hasta las tres de la mañana. Recién entonces Carlos, Ariel y Sombra se encaminaron al hotel, tambaleando y arrojándose luego en sus respectivas camas.

Tras los dos días consecutivos que duró el Congreso, cuyas acciones y propuestas resultaron contraproducentes para los ociosos y desocupados argentinos, según el criterio de sus delegados, les quedaban dos semanas para conocer las raíces y los pueblos más bárbaros de España y pasar por algunas aldeas donde aún rige un espíritu medieval. Carlos reconoció a Ariel y Sombra que lo habían metido en un engaño.

-Yo creí que iba a ser distinto, que se iba a pasar del plano del discurso y la contemplación a cosas concretas, actos positivos como repartir alcohol barato por las calles, hacerles entrevistas en profundidad a los mendigos y lunáticos que bordeaban los salones y campos universitarios donde se desarrolló el evento, o incluso a los policías y milicianos que irrumpieron para asustar el jefe de las FARC, «Timochenko», que disertaba sobre Técnicas Guerrilleras Contemporáneas.

-Justo lo más interesante quedó abortado de esa manera tan abrupta –dijo Ariel.

-Eso, se cumplió tu teoría: no se diferenció en nada de cualquier congreso académico de disciplinas tan futiles como la Ingeniería Electrónica o el Derecho Penal –opinó Sombra.

El rector y el alumno coincidieron en que debían buscar el desquite en el próximo Congreso Internacional, a realizarse en Buenos Aires en el año 2012, y enseñarles a los investigadores estadounidenses y europeos cómo se educa en Ocio y qué reacciones sociales producen nuestros egresados, llevando adelante piquetes y atentados románticos contra las fuerzas del Poder (policías, mercenarios de civil, burócratas y tecnócratas del sistema judicial, etc.). El docente, en cambio, aún sostenía que era inconducente la idea de un Congreso de Desocupación, que era directamente una aberración para las nuevas ciencias que habían creado, y que la prueba aún estaba latente en sus recuerdos de las jornadas del congreso madrileño.

-Lo mejor que hice ahí fue dormirme, era como estar en un curso de Canuto. Encima, cuando hice mi ponencia me dieron escasa bolilla –dijo Ariel.

-Bueno, a vos te gusta pasar desapercibido –dijo Carlos.

Mayor repercusión tuvo Sombra, quien improvisó como un payador versos memorables referidos a su reinserción social y a cómo había podido ejercer su nueva profesión libremente en España, narrando también cómo violaron a una turista yanqui sus nuevos amigos de Carabanchel.

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