XXII. Un año de encierro

El Laboratorio de la Locura permanecía abierto todo el año, las veinticuatro horas del día. Fernando tuvo que echar a los jóvenes aprendices de Mendigos Sabios para ampliar las instalaciones de la terraza. Contrató guardaespaldas para que cuiden a los visitantes provenientes de villas carenciadas, de pueblos aislados de la provincia de Buenos Aires, todos de bajísimos recursos. De todos modos, Carlos había gestionado un subsidio ante la Asociación Psiquiátrica Internacional, destacando la relevancia que había alcanzado el Laboratorio como elemento de contención social y emocional para miles de chicos de la calle, prostitutas vejadas, presos con el alma entre tinieblas, sin perspectiva alguna de libertad. La Locura que obtenían allí era un bálsamo para sus penas y desgracias, un consuelo concreto y efectivo. Con esa motivación se dirigía allí Ariel, que se había pasado un año encerrado en su habitación, tratando de escribir algo positivo para la Cirrosis y la Educación, hallar teorías que diesen cuenta de todos los males del mundo, explicándolos y justificándolos en cierto modo. Era una tarea monstruosa pero estaba decidido a emprenderla. Apenas salía de su habitación para hacer compras en un supermercado chino, o se iba a pasear en bicicleta para despejarse los ojos. La puta peruana se quedó a vivir en su departamento, resultando ser una concubina cariñosa y responsable, ya que aportaba bastante plata al hogar, llegando a comprarle un obsequio ideal: una notebook de última generación que le permitía participar de chateos sobre Ocio y Desocupación en Internet. Con esta máquina se acrecentó el encierro de Ariel. Norma le tocaba la puerta sólo cuando se le antojaba tener un entrelazamiento carnal. En caso contrario, se comunicaban por teléfono: a ese punto había llegado la concentración que ponía en su trabajo. Sus fuerzas no podían flaquear teniendo ese régimen estricto de sexo, escritura y alcohol. Por lo menos producía textos que lo acercaban a la inmortalidad, a la gloria de aportar ideas que pueden levantar la economía de un país, enderezar el ánimo desorientado de la juventud suicida, recorrer mentes y micro-universos expandiendo los campos de acción de la Cirrosis, la dimensión de lo que se puede lograr con un poco de Ocio y Desocupación aplicados al crecimiento del hombre, al enriquecimiento de sus experiencias artísticas y culturales.

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